Infancia
Violencia contra bebés, la violencia que no se nombra

El proyecto de ley de protección a la infancia no incluye ni una sola vez la palabra “bebé”. La separación de la madre es la violencia paradigmática en esta etapa, pero hay otras. Frente a la idea de que los bebés no sienten ni padecen, expertas alertan de que la etapa de 0 a 3 es crucial en la prevención de futuras violencias.

El proyecto de ley orgánica de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia— aprobado el 15 de abril en el Pleno del Congreso— no incluye ni una sola vez la palabra “bebé”, aunque Ibone Olza, directora del Instituto de Salud Mental Perinatal, se preocupó de hacer hasta 69 menciones en el documento de propuestas al texto que hizo este organismo junto a la asociación El Parto es Nuestro, la Iniciativa para la Humanización de la Asistencia al Nacimiento y la lactancia de Unicef, la asociación La Dinamo Acció Social y la Asociación Española de Psiquiatría del Niño y del Adolescente (AEPNYA) .

A esta especialista en psiquiatría infantojuvenil y perinatal le parecía crucial visibilizar al “colectivo bebés”. Porque no son lo mismo, indica, que los niños, niñas y adolescentes a quienes se refiere el texto de la ley de infancia. “Creo que es importante visibilizarlos como colectivo especialmente vulnerable; los bebés pueden sufrir violencia tanto en sus familias como fuera, tanto en las guarderías como en los hospitales: esto es una realidad y hay que nombrarla”, justifica Olza. “Se cree que los bebés no sufren ni padecen, que no se enteran, cuando es justo al revés: las personas más vulnerables a la violencia son los bebés, y también la infancia preverbal”, reflexiona.

“Conocemos la punta del iceberg, casos graves, pero hay una violencia sistematizada y no nos acabamos de enterar”, lamenta Ibone Olza

En ese “colectivo bebés” se incluirían aquellos que están en la etapa perinatal —las últimas semanas de gestación y las primeras tras el parto—, bebés en la etapa de la exterogestación —a la que algunas fuentes se refieren como “los segundos nueve meses” y que abarcarían los primeros meses tras el nacimiento— y bebés hasta los 3 años, una fase crucial en el desarrollo. “La evidencia científica indica que la primera infancia, especialmente de los 0 a los 3 años, es la fase de desarrollo más importante de todo el ciclo vital y un período de importancia crítica por los factores de riesgo pero también para afianzar los beneficios de las intervenciones tempranas. Un desarrollo de la primera infancia saludable que abarque los dominios físico, socioemocional y lingüístico-cognitivo ejerce una influencia notable en el desarrollo y la vida adulta”, justifica el documento de enmiendas a la ley de infancia de estas organizaciones.

Olza llama la atención sobre el hecho de que la violencia contra los bebés, muchas veces, proviene del entorno hospitalario o institucional, y que es frecuente que esté ligada a una forma de violencia machista cuyo abordaje está también pendiente: la violencia obstétrica. La forma “paradigmática” de la violencia contra los bebés, explica, es la separación forzosa de la madre. Luego, en el seguimiento tras el parto, se pueden producir otras como la realización de pruebas sin acompañamiento: “Todos los menores tienen derecho a estar acompañados 24 horas en la hospitalización por su padre o madre y esto con los bebés se lo han saltado”.

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Olza menciona también la custodia compartida impuesta como un espacio que puede suponer violencia contra los y las bebés: “Cuando un juez decide que un bebé de ocho meses tiene que irse 15 días con su padre, que igual no se ha implicado en sus cuidados y no tiene vínculo con él, eso es una violencia muy grave para el bebé, independientemente de que haya lactancia materna o no”. También puede suponer un riesgo una escuela infantil donde una profesional tenga a su cargo ocho bebés por la imposibilidad de atender adecuadamente sus necesidades afectivas. “Conocemos la punta del iceberg, casos graves, pero hay una violencia sistematizada y no nos acabamos de enterar”, lamenta.

Preguntada por otras formas de violencia contra los bebés, la directora del Instituto de Salud Mental Perinatal da una referencia, el estudio Defining disrespect and abuse of newborns, que firma Emma Sacks. En este trabajo, la autora expresa así la dificultad de conceptualizar el maltrato a un recién nacido: “A diferencia de la mayoría de las mujeres, no pueden expresar verbalmente sus necesidades ni compartir experiencias”, dice. “Se podría decir que los casos de falta de respeto y abuso de recién nacidos reportados con mayor frecuencia son el incumplimiento de los estándares profesionales de atención, y las experiencias de estigma y discriminación también son bastante comunes”. Una tabla incluida en este artículo enumera una serie de tipologías de cuidado irrespetuoso a madres y recién nacidos donde incluye el abuso verbal, la discriminación, abofetear o sumergir al bebé en agua fría en una reanimación o denegar la atención por haber elegido la madre un parto en casa, como ejemplos de una larga lista.

Bebés desamparados por las instituciones

A Habiba le quitaron a su hija, Alma, el día 30 de mayo de 2011 y se la devolvieron el 22 de junio después de una sonora movilización social. Así lo contaba entonces el periódico Diagonal: Habiba había recalado en un Centro de Apoyo a la Familia, como los llama la Comunidad de Madrid, después de que su expareja fuese condenada por violencia machista y ella se quedase sin recursos y con un bebé en brazos. A Habiba no le gustaban los empleados del centro y a los empleados no les gustaba Habiba. Ella era temperamental, respondona y le daba teta a su hija cada vez que lo pedía; ellos, simplemente, no sabían que Habiba tenía razón. En la mañana del 30 de mayo, mientras Alma estaba en la escuela del centro, Habiba fue llamada a un despacho. Le comunicaron que el Instituto Madrileño del Menor y la Familia (IMMF) acababa de quitarle la tutela de su hija y que, como ya no tenía hija, aquel centro para madres no era su lugar. A la calle. Sin despedirse de su bebé.

Paco Herrero Azorín, docente en el instituto que dirige Ibone Olza y también coordinador de La Dinamo Acció Social, rememora este caso para poner el foco en el hecho de que la violencia que se produce contra los bebés viene muchas veces de las instituciones. “Está fundamentadísimo que un bebé necesita un cuerpo entrañable para desarrollarse de forma saludable, si es el de su mamá mejor pero, si no, el de papá, o el de una persona adulta de referencia, o el que pueda encontrar en una familia acogedora”, razona Herrero. Sabe de lo que habla no solo por su formación en perinatalidad sino por su trabajo en La Dinamo Acció Social, donde gestiona un proyecto de acompañamiento a mujeres jóvenes, muchas de ellas menores de edad, con hijos o hijas: “Es muy complicado porque, cuando hay una situación de dificultad grave, cualquier solución desde las instituciones pasa por la separación, cuando normalmente la mamá que tiene 15 o 16 años tiene las mismas necesidades de apoyo que pueda tener su criatura”. Una separación que, a esas edades, termina generando procesos de adopción. “Se supone que una retirada de tutela es una medida temporal, pero muchas veces cuando se hace una retirada de tutela de un bebé la situación se convierte en definitiva”.

Paco Herrero Azorín: “Toda medida que se precise por una situación de desamparo tiene que implicar también amparar a la madre, pero la administración no está preparada para dar cabida a este tipo de necesidades”

A Herrero no le faltan ejemplos sobre cómo las instituciones que se suponen protectoras también pueden ser quienes violentan a los y las bebés y, en ese sentido, recuerda un titular reciente de eldiario.es que cifra en 600 los bebés tutelados por el Estado que viven en residencias, cuando la propia ley establece que se debe priorizar que estén con familias. También, apunta, son responsables las instituciones que deben proteger a la infancia de situaciones como las que se han dado en Canarias, donde bebés o niños que llegan en pateras son apartados de sus madres para comprobar si efectivamente las mujeres que los cuidan son sus madres, llegando a estar semanas separados. “Toda medida que se precise por una situación de desamparo tiene que implicar también amparar a la madre, pero la administración no está preparada para dar cabida a este tipo de necesidades”, concluye Herrero: “Se abordan abusos, violencia, dificultades... pero previamente hay que ver cómo somos capaces de nutrir de recursos y apoyos los contextos donde nacen y crecen los niños y las niñas”.

Bebés y violencia obstétrica

Los esfuerzos para visibilizar la violencia obstétrica han sido grandes en los últimos años. El 28 de febrero de 2020, una decisión de Naciones Unidas condenaba a España por violencia obstétrica y esto suponía un empuje para las organizaciones que han venido reclamando que se ataje en España. Entonces, el Comité de Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) hizo pública su denuncia a España al considerar que una mujer fue sometida a intervenciones médicas durante el parto de su hija, incluida la inducción al parto, sin ninguna justificación.

Se entiende por violencia obstétrica la sufrida por las mujeres durante la atención al embarazo, parto y puerperio, como consecuencia de la falta de acceso a una atención obstétrica adecuada y digna, la realización de prácticas médicas que presenten una falta de adecuación con respecto a la mejor evidencia científica disponible o la privación del derecho de las mujeres a su autonomía a través de la falta de consentimiento informado. Y, dado que el 99,7% de los partos tienen lugar en el hospital, apunta Virginia Murialdo, vicepresidenta de El Parto es Nuestro, es ahí donde más presencia hay de violencia obstétrica. Sin embargo, esta definición de violencia obstétrica obvia que las mujeres no son las únicas víctimas. Murialdo puntualiza a El Salto que la violencia en el entorno perinatal se produce la mayoría de las veces como consecuencia de la violencia obstétrica. Y pone un ejemplo: la maniobra de Kristeller —por la que el personal presiona con puños o antebrazos sobre el fondo del útero para acelerar la expulsión del feto— puede ir acompañada de daños para el bebé como la rotura de clavícula. 

Virginia Murialdo: “Cuando se da violencia obstétrica, más allá de que las primeras víctimas son las mujeres embarazadas o parturientas, hay otra víctima que es la criatura”

Las vulneraciones que denuncia El Parto es Nuestro, y que suponen no solo un atentado a los derechos de las madres sino también una forma de violencia hacia recién nacidos son, sobre todo, las cesáreas y las inducciones. La separación de los bebés al nacer y el uso de fórceps, ventosas o espátulas son otros ejemplos de violencia obstétrica que llevan aparejado sufrimiento hacia los bebés. Pero Murialdo entiende que también en las formas de violencia obstétrica donde no hay un daño físico al bebé, este es víctima indirecta. Una de estas formas, denunciada por El Parto es Nuestro, es la judicialización de casos por parte de hospitales, una práctica que la organización viene detectando desde 2019 por la que un centro puede amenazar con forzar una inducción mediante una orden judicial. Se hace además con amparo de la justicia, ya que tanto el Tribunal Superior de Justicia como el Tribunal Supremo han sentado jurisprudencia al pronunciarse a favor de esta práctica en relación a un caso en Oviedo. El uso de haloperidol —un antipsicótico administrado para calmar el dolor el el parto—, los partos solas, el abuso de las episiotomías o el llamado “punto del marido” —un tipo de sutura que estrecha el canal vaginal— son otros ejemplos que, dice Murialdo, tienen un impacto directo en la madre e indirecto en las criaturas.

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Tras intentar de manera infructuosa que la violencia obstétrica fuera incluida en la Ley Orgánica de Libertad Sexual y luego en la de infancia, la vía abierta ahora para abordar la violencia obstétrica en una ley es la reforma de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva. Murialdo asegura que el compromiso del Ministerio de Igualdad es firme, y así lo confirma también el Ministerio, que añade que, además, se llevará a cabo un estudio sobre violencia obstétrica y esta se incluirá en la Estrategia Nacional contra las violencias machistas. Queda por ver si esa eventual reforma dará cabida a los bebés y si entenderá, como Murialdo, que “cuando se da violencia obstétrica, más allá de que las primeras víctimas son las mujeres embarazadas o parturientas, hay otra víctima que es la criatura”.

Hacia una cultura perinatal

Sin embargo, tanto Olza como Herrero consideran que el lugar en el que abordar la violencia contra los bebés es la ley de infancia, aun susceptible de sufrir cambios en su paso por el Senado. Claro que para que esto ocurra, dice Herrero, tendría que haber un cambio de paradigma donde la mirada sea desde una “cultura perinatal”. Olza aventura una definición en estos términos: “Cultura perinatal es tener presente la importancia de los cuidados en el inicio de la vida, comprender la huella que deja en el desarrollo afectivo todo lo que vivimos entonces, tener las nociones básicas de los procesos neurobiológicos que facilitan la construcción del vínculo seguro, para poder protegerlos”.

Herrero añade un término clave de esa “cultura perinatal”: “la díada madre-criatura”, entendida como un ecosistema saludable al que la sociedad y las instituciones deben “mimar”. Pero ese lenguaje, de momento, no tiene cabida en las leyes. Herrero lo plantea, además como un problema de cultura política, donde la izquierda no ha sabido encontrar un espacio donde la defensa de la familia no suene sospechosa. Habrá que ir disolviendo el marco, reflexiona, donde se interpreta la infancia como un espacio subordinado a la vida adulta, para darle un papel fundamental como sujeto de derechos efectivos, no solo formales. “Ser sujeto sustancial de derechos es intervenir en los diferentes contextos sociales para que se pongan al servicio de las necesidades y deseos de las criaturas”, dice. También de las y los bebés.

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#89891
13/5/2021 11:51

…Se insiste más de una vez en “hacer frente a la idea de que los bebés ni sienten ni padecen”. ¿De verdad existe esa idea? (No conozco a ningún ser humano que sustente esa ocurrencia… pero si vds. dicen que existe esa idea, será verdad) :-C

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#89750
11/5/2021 16:23

No se nombra esta tipo de violencia sencillamente por que en las mayoria de los casos la mujer es la que la ejerce

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#90791
23/5/2021 10:10

la mayoria de personas que ejercen violencia, la recibieron en su nacimiento e infancia. La llevan dentro y la ejercen consciente o inconscientemente.
Acabar con la violencia, requiere empezar por el principio, por la violencia obstetrica q recibe el ser que va a nacer, y continuar por todas las demas.

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#89729
11/5/2021 13:35

La violencia es de “madres perfectas” con sus “metodos perfectos” hacia madres normales intentando culpabilizar cada cosa que hacen las segundas esa si que es violencia y ninguna reconoce que la ejerce.

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#89725
11/5/2021 12:35

Dos libros imprescindibles recien publicados a este respecto:

Partos arrebatados https://www.viruseditorial.net/es/libreria/fondo/8250/partos-arrebatados

La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente https://cauac.org/libros/la-represion-del-deseo-materno-y-la-genesis-del-estado-de-sumision-inconsciente/

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#89668
11/5/2021 8:41

Totalmente. Cuando ante un caso de violencia o comportamiento antisocial decimos “es un hijo “sano” del patriarcado” me preguntaba… cómo surgen. Cómo evitar que surjan. Durante años pensé que la educación en la infancia y adolescencia eran la clave. Pero cada vez más la evidencia científica demuestra que lo que ocurre durante la etapa bebé – violencias invisibles o inconscientes porque "bah no se enteran", o vínculo amoroso seguro- es mucho más determinante que la educación posterior (que también pero menos) en la capacidad de empatizar, de amar, las respuestas violentas, la autoestima…
Comprender y visibilizar la importancia decisiva de las necesidades y las vivencias de los bebés es la clave de que las nuevas generaciones sean natural y orgánicamente amorosas y felices -y feministas- con menos cicatrices emocionales que nosotras.

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