Política
Ayuso y Olona, ejemplo de una derecha española en transformación

Con matices, ambas son el emblema de los cambios que está viviendo el ecosistema conservador tanto en Europa como en España. Mucho más que en la izquierda, los márgenes están en discusión, se prueban nuevas tácticas y más pragmatismo. La insolencia de la líder madrileña frente a Feijóo y el intento lepenista de la exportavoz de Vox son hitos de una nueva época. Radiografía de un campo ideológico en convulsión.
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Díaz Ayuso y Núñez Feijóo en el 17 Congreso del PP el pasado mayo de 2022. Foto: Partido Popular

“Desde que la Tierra existe ha habido siempre cambios climáticos y ciclos. No pueden seguir contra la evidencia científica únicamente porque ustedes tienen siempre detrás una idea detrás en la cabeza que se llama comunismo”, disparó Isabel Díaz Ayuso en su respuesta a la pregunta sobre la crisis climática de la portavoz de Unidas Podemos, Alejandra Jacinto, en la sesión de control de la Asamblea de Madrid.

Un párrafo que muestra la estrategia discursiva del ícono pop de la derecha española. Ni negación directa del cambio climático ni sumisión al paradigma de lo que ella llama la izquierda y la Agenda 2030. Y como corolario, soltar la palabra “comunismo”, un cohete frecuente en los bombardeos verbales de la presidenta madrileña. Jugar con el límite, siempre, y utilizar estereotipos que son entelequias (¿quién propone un proyecto comunista real en esa Asamblea acaso?) pero que cuajan en buena parte del electorado (no solo en los mayores sino en muchos jóvenes más conservadores que oyen esa palabra como algo vetusto y rancio).

Otra dirigente no tan consolidada pero con ambición de ascenso es Macarena Olona, exportavoz de Vox, partido al que renunció por problemas de salud en las excusas pero que todos saben que su relación con la cúpula de la derecha radical era muy mala. “El único partido que juego en este momento no es ni político ni un 11 contra 11, es un 47 contra 573. 47 millones de españoles contra los 573 millones de euros de presupuesto del Ministerio de Igualdad, máxima expresión de la metamorfosis tóxica del feminismo”, afirmó al presentar su nueva fundación hace pocos días.

No hubo crispación ni subidas de tono, tampoco una apología del neoliberalismo y el desguase del Estado en favor de los pobres y diezmados empresarios. El enemigo elegido fue claro: Irene Montero, la ministra más odiada del Gobierno por parte de la derecha (el ensañamiento que se ve contra ella en las redes sociales es récord). Adaptación y entendimiento del nuevo momento por parte de una Olona que no descartó competir en las generales y que sabe que Vox y Abascal están, mes tras mes, perdiendo votos en forma gradual pero constante.

El proceso comenzó llamándose alt-right y surgió de la mano de Steve Bannon, fuente ideológica de los primeros años de Trump

Se están viendo cosas que hace pocos años hubieran sido impensadas. Es  un proceso que comenzó llamándose alt-right (por “alternative right” en inglés, derecha alternativa) de la mano de Steve Bannon, fuente ideológica de los primeros años de Trump, el hombre que rompió el molde e hizo que el Partido Republicano apoyara las subidas de aranceles y el proteccionismo, algo inédito desde Nixon.

En Europa se empezaron a ver procesos similares y en la pospandemia la tendencia crece más, también en España. No así en la izquierda, sino en las derechas es donde se registra una transformación constante, una nueva búsqueda de márgenes, con un abandono del dogmatismo para darle cabida al eclecticismo ideológico que parece calar mas hondo en un electorado conservador convulso e inestable. Y como todo proceso complejo no es fácil de entender.

Un contexto nuevo

El caso de Macarena Olona trasciende sus conflictos personales con Abascal y Ortega Smith. Es un oleaje más de la marea en la que navega la derecha radical y la ultraderecha. Cada país, e inclusive dentro de cada Estado en sus regiones, tiene un florecer de matices. Basta con ver las elecciones en Italia: ganó con rotundidad un frente de cuatro partidos con posicionamientos y estética distinta dentro del paradigma conservador, con Giorgia Meloni como la más votada, y por lejos.

La sapiencia de Meloni, que hasta sus críticos le destacan la consistencia y no ser veleta como Berlusconi y Salvini, con opiniones distintas a cada momento, fue también entender la fase histórica. Su eje no fue la bajada de impuestos, aunque sí la propuso pero no de manera radical, sino apuntó a los valores y a un estado protector. A respaldas a las familias, a las madres que según ella abortan porque el sistema las abandona, y a una recuperación de soberanía. Menos liberalismo social pero también económico, si hubiera que resumirlo.

La alicantina que jugó a ser una andaluza más en las autonómicas de julio ha percibido que no es momento de Espinozas de los Monteros sino de discursos como los de Meloni o Le Pen

El discurso de Olona va en ese sentido. El cambio con respecto a Vox es, al menos por ahora, de contenido y de tono. Las cejas de enfado de Abascal no parecen ganar votos, sino lo contrario, ir perdiéndolos por el camino. La alicantina que jugó a ser una andaluza más en las autonómicas de julio ha percibido que no es momento de Espinozas de los Monteros sino de discursos como los de Meloni o Le Pen.

Es que no estamos en 2007 ni en 2019. Cuando todavía se sentían los coletazos de la crisis económica y humanitaria por la pandemia, empezó una guerra en Ucrania que disparó la peor inflación en tres décadas. Los pronósticos de apocalipsis económico y la experiencia tangible de la necesidad de tener un sistema sanitario y de seguridad en funciones van a contramano de estrategias como la de Liz Truss, la premier más breve de la historia británica que no supo leer el momento histórico y quiso ser Thatcher en tiempos que piden un Bismarck.

En el Estado español la metamorfosis no se da en todo el cuadrante conservador. La centroderecha vasca del PNV o la catalana posconvergente de JxCat no secundan este tonteo con nuevas tácticas y pragmatismo. Quizás allí radica parte de la centralidad de Díaz Ayuso, convertida desde el año pasado en un fenómeno político y cultural. Un dato: la encuesta de la semana pasada de Sigma Dos le da a la líder del PP madrileño tres escaños más y la deja a un solo diputado de la mayoría absoluta. Casi cuatro años de gobierno y no acusa desgaste. Habrá que ver si el desmadre de las Urgencias y las manifestaciones convocadas hacen mella.

Sí, el argot ayusista respalda las bajadas de impuestos y hasta se da el gusto de pavonearse de las becas a la clase media-alta y las bonificaciones al 2% más rico. Pero lo hace a la vez que anuncia ayudas (como rebajas en Transporte) y lo cubre todo con un barniz de épica. Porque su yihad contra Pedro Sánchez es el objetivo supremo y su electorado así lo desea.

Otro de los límites puestos a prueba por el ayusismo fue el descaro de filtrar a la prensa su pedido a través de Whatsapp a Núñez Feijóo para que no pacte la reforma que ya estaba acordada del CGPJ. Los comandantes de la comunicación estratégica de la presidenta madrileña, Miguel Angel Rodríguez y Sandra Fernández Hernández no van de minimalistas y apuestan fuerte. La desautorización del liderazgo del dirigente gallego es una constante y alcanza niveles nunca vistos en el ecosistema conservador y hace parecer lo de Errejón y Bescansa con Iglesias de kindergarten.

Italia
Contra la solidaridad
Las primeras medidas tomadas por el gobierno de Giorgia Meloni han atacado directamente prácticas colectivas y solidarias, intentando crear una separación, dentro de las capas subalternas de la sociedad, entre merecedores de la benevolencia del Estado y sujetos que deben ser castigados, desalojados y rechazados.

“Lo primero que creo importante es distinguir entre un perfil de derecha nacional o para todo el país con un perfil para una derecha madrileña, porque aunque Ayuso efectivamente hace gala de desparpajo, decir las cosas sin complejos y de su chulería, es verdad que por lo menos hace 20 años esa es la nota dominante del PP madrileño”, explica en conversación con El Salto el doctor en Ciencia Política y profesor de la UCIII, Guillermo Fernández Vázquez, autor de Qué hacer con la extrema derecha europea. El caso del FN (Ed. Lengua de Trapo).

En ese sentido, señala que ya Esperanza Aguirre tenía “en ocasiones ese tono bravucón y de tratar con mucho desprecio a la oposición política”, aunque señala: “Efectivamente creo que a pesar que hay paralelismos con Aguirre y que ella representaba a un ala distinta del PP que la de Rajoy, el contexto no es el mismo y las libertades que se toma Ayuso con Feijóo y la debilidad de los líderes del PP con Ayuso son algo muy llamativo. La poca resistencia que ha mostrado el expresidente de la Xunta con Ayuso no es comparable a la que mostró Rajoy con Aguirre y eso tiene que ver con cambios específicos en la derecha”.

Los retos de la metamorfosis

La metrópoli castellana no está solo geográficamente destacada en la meseta central peninsular, sino también en materia de recursos económicos y simbólicos. El despoblamiento de las Castillas y la aspiradora de población y dinero que es Madrid hace que cada vez más ejerza una supremacía que sólo encuentra rivales que se animen a discutirle en los valles del Nervión, del Llobregat y, con menos fuerza, del Guadalquivir.

“El PP nacional le tiene miedo a la derecha mediática y empresarial madrileña, que está muy del lado de Ayuso, y el partido ahí tiene un problema difícil de resolver. Se puede entender que ese estilo (el de la presidenta) no entusiasma a todas las derechas de todo el país y que los aleja de poder pactar con otros partidos. No es un estilo que le beneficie para todo el Estado pero sí ese estilo es muy poderoso ya al interior de la formación. Es como ocurre con los Republicanos, que dicen que el trumpismo les perjudica pero ya no pueden quitárselo de encima”, opina el politólogo.

Dada la situación, Feijóo parece encaminarse a un callejón sin salida. “Su estrategia de querer conquistar el centro parecía interesante pero la chulería de Ayuso se la ha quebrado y ella demuestra que le da igual, que la que manda es ella. Eso sí que es algo novedoso en la derecha, y a la vez peligroso para el PP. Hay terceros actores como Moreno Bonilla que serán clave para resolver ese equilibrio. Por muchas pullas con periodistas que haya hecho Aguirre, nunca llegó a este nivel de altanería con Rajoy como el de Ayuso con Feijóo”, recalca Fernández Vázquez.

Los órdagos no son potestad de Ayuso. Olona en los últimos días, autoproclamándose víctima de acoso en redes sociales por parte de presuntos sectores afines a Vox, amenazó al partido de Abascal con frenar estas supuestas campañas o iba a revelar datos de las “fuentes de financiación” del partido que la cobijó hasta hace poco. Una abogada del Estado dando a entender implícitamente que conoce irregularidades del tercer partido de España. Todo muy normal.

Fuentes parlamentarias comentaron a El Salto que el cambio de tono y discurso de Olona no les sorprende. La exdiputada es conocida por ser camaleónica y disociarse entre lo que es frente a cámara y lo que es detrás de escena. “Después de atacarte como una fiera por TV, a la salida te dice ‘cariño’ y te pregunta por tu familia con voz dulce. Es sorprendente”, relata un asesor parlamentario testigo de la situación.

“Vox envió a Olona a Francia en la segunda vuelta y ella se hizo fotos con Marine Le Pen. Buscó explícitamente esa analogía con ella. Es probable que ellos hayan visto que lo más cercano que tenían a Le Pen era Olona ya desde antes y ella lo que hace ahora es estirar esa táctica. Creo que le puede salir mal porque interpreto el apoyo inicial de los medio de derecha a Olona como un interés en que ella desgaste a Vox internamente para que Feijóo repitiera a nivel estatal lo que hizo Bonilla en Andalucía y acariciar la mayoría absoluta, para llegar a Moncloa con apoyo de regionalistas conservadores. Pero creo que ha empezado demasiado pronto y con gestos erráticos”, añade Fernández Vázquez.

También subraya que el cambio de Olona irá por el camino de mostrar “cierto ecumenismo, dicho entre muchas comillas, en la formación de un partido, para comunicar apertura y amabilidad que contraste con la dictadura interna que ejercía Ortega Smith y Tomás Fernández en Vox. Ella se ha dado cuenta que por su carácter y edad el mejor papel que puede interpretar es algo parecido a Meloni”. 

El politólogo Guillermo Fernández Vázquez considera que los medios ponen muchas veces el foco en la extrema derecha porque da más morbo, aunque la verdadera guerra se esté viviendo en la derecha tradicional

Sin embargo, considera que los medios ponen muchas veces el foco en la extrema derecha “porque da más morbo, pero la verdadera guerra se está viviendo en la derecha conservadora tradicional” y asegura que lo que está prevaleciendo es “el estilo polaco, es decir, se combina el nacionalismo nativista, atlantista, con un aire de business friendly que no enfrenta a las empresas pero que en ciertos aspectos, para contrarrestar lo que llaman la ideología progre, tienen políticas ambiciosas de ayuda a las familias y a los cuidados, porque hay un proyecto ideológico detrás, que es tratar de rehabilitar el modelo tradicional de familia”.

Sobran los ejemplos de políticos (como Merkel) o intelectuales que alertaron sobre el peligro de legitimar a las derechas radicales y más extremas, que han permeado de tal manera la discusión pública y calado tanto en una parte del electorado que han producido un cambio de paradigma en la centroderecha tradicional. En el conservadurismo español este proceso está en ebullición y desorden. No es el mejor presagio en la antesala de un año megaelectoral.

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felipe
14/11/2022 9:10

Que se lo crea quien quiera creérselo. No lo comparto.
Puro teatro. Ayuso, Feijóo y demás comparsas, perfecta y continua escenificación de una obra muy ensayada: llenazos.

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