Música
Rosenvinge: “En el local de ensayo quien tiene ideas sin parar es el jefe seas hombre, mujer o caracol”

En esta entrevista, la artista dirá cuatro veces “si hubiera” e insistirá en que muchas de las cosas que han ocurrido para que firme una de las carreras más singulares de la música en España han sido por despiste o por accidente. También subrayará que no es una persona extraordinaria. A ella también se le estropea la lavadora.

Christina Rosenvinge (Madrid, 1964) recoge un envoltorio del suelo para tirarlo a la basura mientras cuenta que se le acaba de estropear la lavadora, como si quisiera subrayar que firmar una carrera musical de tres décadas no la convierte en una persona extraordinaria. A ella también se le acumula la ropa sucia mientras llueve sin parar en Madrid.

En los años 80 tiene su primera banda y en 1991 inaugura carrera en solitario. En 1999 se traslada a Nueva York, donde nacen tres discos. De vuelta en Madrid y hasta hoy firma varios trabajos personalísimos, algo que reconoce el Premio Nacional de las Músicas Actuales que le concede en 2018 el Ministerio de Cultura por “el potencial emocional de su obra y su proceso de búsqueda de una personalidad musical propia, por su talento y la credibilidad de su genuina carrera profesional, rasgos que encuentran una clara expresión en sus más recientes trabajos”.

En el momento en el que tiene lugar esta entrevista, Rosenvinge compagina dos repertorios muy dispares. Un día interpreta Que me parta un rayo —un álbum de Christina y los Subterráneos publicado en 1992— y al otro es Safo sobre el escenario de un teatro. En uno toca la guitarra eléctrica y levanta al público con estribillos de hace treinta años, en otro toca el autoarpa y se come una sandía en una obra de teatro contemporánea y experimental que incomoda a algunos en sus butacas. Ella dice que estas dos interpretaciones “se compensan” y que cambia de traje con facilidad. 

Cristina Rosenvinge - 1B

En esta entrevista abrirá cuatro realidades alternativas que empiezan por “si hubiera”, insistirá en que su trayectoria podría haber sido otra. Muchas de las cosas que le han ocurrido han sido por despiste o por accidente. Y también por tenacidad.

Lo has tenido todo en tu vida artística: grandes éxitos con tus primeros trabajos, un cambio muy consciente del rumbo que te marcó la industria, una discografía variadísima y muy singular. Has sido Premio Nacional, has tenido en tu banda a músicos de Sonic Youth, Lou Reed fue a verte a un concierto. En Debut (Penguin, 2019), libro donde recoges tus canciones y las historias que las propiciaron, dices que el gran tema de toda la música es el anhelo. ¿A ti te queda algo que anhelar?
Tal como lo planteas da la sensación de que en mi vida no ha faltado de nada y sí que han faltado muchas cosas. Lo que sí es verdad es que he tenido una trayectoria muy rica en experiencias. Pero esa frase en concreto de Debut, que la música habla del anhelo, está en la parte final que es como un pequeño ensayo sobre el verso cantado. Ahí lo que digo es que el tema fundamental en la música es lo que no se tiene y eso es algo universal, no es algo que se aplique solo a mí. Creo que pocas veces se escribe sobre lo que se tiene o se celebra lo que se tiene, casi siempre lo que se hace es invocar lo que no se tiene. 

¿Entonces te quedan cosas que anhelar?
¡A mí y a todo el mundo! 

Cuando se repasa tu recorrido parece que es un recorrido redondo.
Redondo no es. Es muy accidentado. 

¿Accidentado?
Es una carrera muy rica en el sentido de que ha sido muy accidentada y me he adaptado a las situaciones de formas muy distintas y diversas. Pero, tal como dices, parece que yo he nadado en la abundancia. Nada más lejos.

¿En la abundancia de la creatividad al menos? Llama la atención cómo has llevado tu carrera muchas veces a contracorriente de donde te querían llevar.
¡Ni siquiera! No me he dejado atrapar. No sé si he conseguido dominar la situación, creo que nunca se llega a dominar. Pero es verdad que no me dejé atrapar o me dejé atrapar por pocos años y, sobre todo, conseguí salir de pie, que es más complicado. 

Perdiste un móvil con una maqueta donde tenías un proyecto nuevo.
Me robaron el móvil mientras estaba comprando hierbas aromáticas en Tirso de Molina. Ahí tenía maquetas, mis notas de letras nuevas y todo con lo que iba a ser el próximo disco. En ese momento fue cuando me ofrecieron hacer Safo y prácticamente me dieron una carta blanca.

¿Qué tienes en común con Safo?
Safo tiene en común conmigo que es cantautora. Ella fue la primera cantautora. Pensamos en Safo como poeta lírica, pero lo hacemos ajustándonos a la definición actual. Entendemos como poeta a alguien que escribe en la intimidad y cuya obra se lee en la intimidad también. En el caso de Safo, para empezar, no escribía sino que memorizaba. Y, además, sus poemas no eran poemas como tales, sino que eran canciones que se recitaban sobre una lira. O sea, serían más o menos cantadas, no lo sabemos, pero desde luego se parecerían más al actual spoken word. O sea que era una cantautora. 

Safo era también una cantautora y tú eres también una poeta.
Para mí, la diferencia entre letrista y poeta no debería realmente existir. No hay una frontera, hay una cuestión formal, que es lo que desarrollé en “La palabra exacta” [el ensayo que cierra Debut], que es que en la canción la palabra está supeditada a la música, mientras que el verso leído, donde también cuenta mucho la pulsión y el ritmo, está más supeditado a lo literario.

En lugar de agobiarte por perder una maqueta te metes a otra cosa. El accidente.
Exacto, fue algo totalmente accidental. Si hubiera tenido un disco ya listo para entrar a grabar, igual no hubiera hecho Safo. Pero, tal y como ocurrió, pensé que de alguna forma la vida me estaba diciendo que hiciera otra cosa. 

Esa maqueta entonces nunca verá la luz. ¿No has intentado recuperarla?
Hay algunas melodías que recuerdo, algunas notas que tenía pasadas a papel, pero la mayoría se perdió. 

¿Y no tienes copias de seguridad de todo?
No, porque tenía poco espacio en la nube y quería hacer limpieza antes de subirlo todo, pero lo iba aplazando y no llegaba nunca. 

¿Eres despistada?
Mucho. Despistada y un poco procrastinadora.

En Debut he contado 106 canciones...
107. 

107. De ellas, una está escrita junto a Nacho Vegas. Y hay una canción que no aparece, que es “Señorita”, porque la letra no es tuya. A lo largo de tu carrera, ¿has escrito todas las canciones de todos tus discos?
Las letras, desde luego, sí. La música también. En las músicas alguna vez le he dado crédito al músico que estaba conmigo en el momento de hacer esa canción, aunque solo fuera porque tocar con alguien siempre te provoca cosas y hay algo de lo suyo que te quedas. Pero las letras las he hecho siempre en solitario, con esas excepciones.

La excepcionalidad de mi caso está dada porque yo he tenido las circunstancias que decía Virginia Woolf que tenía que tener una mujer para ser libre y escribir: nunca he dependido económicamente de nadie y he tenido mi cuarto propio

¿Es algo inusual en la música?
Desgraciadamente es inusual. Yo no era consciente de hasta qué punto eso es así, pero hace unos años me contactó una doctoranda de Finlandia que estaba haciendo un estudio sobre música popular española desde la Transición a través de la música escrita por mujeres. Y, según ella, no había ninguna otra mujer cuya carrera hubiera atravesado décadas. 

Cristina Rosenvinge - 1

¿Ninguna mujer música ha escrito tantas letras como tú?
Antes de mí ha habido letristas increíbles como Cecilia y Vainica Doble, que han sido muy inspiradoras, pero son dos carreras que fueron cortas, una por motivos trágicos y otra porque ellas... por lo que fuera. El hecho de sobrevivir y seguir respondiendo a los tiempos con un disco nuevo a lo largo de mucho tiempo, que es algo que abunda en los cantautores masculinos, en las carreras femeninas no es habitual.

Lo tuyo es una proeza.
No es una proeza, es una excepción. En la conversación con esta investigadora, Marika Ahonen, de la universidad de Turku, hablábamos mucho de esto y yo creo que la excepcionalidad de mi caso está dada porque yo he tenido las circunstancias que decía Virginia Woolf que tenía que tener una mujer para ser libre y escribir: nunca he dependido económicamente de nadie y he tenido mi cuarto propio. Esa circunstancia es lo que ha creado la continuidad. 

Has logrado tener tu cuarto propio incluso en etapas de tu vida donde tener un cuarto propio era complicado...
Siempre lo he tenido. También porque tuve la suerte de empezar a ganar dinero muy joven, incluso antes de ganarme la vida con la música, y nunca he tenido que depender económicamente de nadie. 

Empezaste a trabajar muy pronto y acabas de mencionar que empezaste a ganar dinero muy pronto. ¿Dónde estaba la música entonces?
Desde los 16 años estaba en bandas, pero no consideraba que la música fuera un futuro profesional. Yo estaba preparándome para danza, haciendo cosas muy distintas y cursos de muchas cosas distintas. También trabajaba como modelo, que es un trabajo estupendo para, dedicándole relativamente poco tiempo, tener dinero para vivir y poder estudiar a la vez. Y en la música me profesionalicé a los 22 años, bastante pronto. Antes de eso, tenía un programa de música en televisión, FM2

¿Con qué influencias llegas a la música?
Pues cosas muy distintas. Es divertido cómo eso que es casi aleatorio se acaba incorporando y a día de hoy sale como influencia. Por ponerte un ejemplo, a mi padre le chiflaban las bandas sonoras de Ennio Morricone y yo tengo eso metido. A día de hoy es una influencia y es además una influencia del subconsciente, porque yo no me pongo esos discos en casa. Mi padre oía ópera también. Mi madre oía mucha música de grandes orquestas, Glenn Miller y todo eso. Y luego, a través de mis hermanas, mi primera hermana era más de canción protesta, como Joan Báez, y la segunda era más de rock. A través de mi hermano llegaron otras influencias muy diversas. Una coctelera. A mí en la adolescencia me tocó vivir ya la época de La Movida y tuve la suerte de que antes de cumplir los 18 años había ido a montones de conciertos, era una época muy efervescente en Madrid. 

Una parte de la razón por la que pocas mujeres se dedican a la música es porque una adolescente que llega a su casa diciendo que se va a ir a un sótano en Vallecas toda la tarde con los amigos, pues...

¿Ibas con tus hermanos? ¿Por tu cuenta?
Con mi hermana. Porque otro elemento que es inusual en mí es que, al ser la hermana más pequeña y en una familia muy especial, tenía muchísima libertad. Una parte de la razón por la que pocas mujeres se dedican a la música es porque una adolescente que llega a su casa diciendo que se va a ir a un sótano en Vallecas toda la tarde con los amigos, pues... Pero es que en mi casa ni siquiera sabían lo que yo estaba haciendo. 

Eso es lo que hacías, ¿pasar la tarde en sótanos en ­Vallecas?
Bueno, en Tetuán, en Tablada, en sitios inhóspitos. 

¿Recuerdas cuál fue el primer disco que tú elegiste comprar?
Creo que el primer disco fue uno de los Beatles porque mi hermana y yo los coleccionábamos. Pero antes de eso hubo un single, el single de Sandokán. Supongo que es que eso es generacional, que nadie que no tenga mi edad puede entender. Había una serie de televisión —Sandokáááán, Sandokáááán [canta]—, con este actor de origen hindú guapísimo, con los ojos azules. Él vino a España y yo fui a El Corte Inglés a que me firmara el single y me lo firmó. Sandokán tuvo que escapar por la calle Princesa saltando encima de los coches, porque las fans le arrancaban la cabeza...

¡Y ahí estabas tú!
Y ahí estaba yo, fue sonadísimo, salió en todos los periódicos.

Eres autodidacta y de esa forma has aprendido a tocar tanto el piano como la guitarra como el autoarpa. También dices que eres mala estudiante. ¿Una mala estudiante puede aprender a tocar sola tres instrumentos?
Yo tengo un déficit de atención diagnosticado. En algunas cosas te convierte en una persona incapaz: te resulta muy difícil atender a cosas que no te interesan mucho y prácticamente toda la enseñanza está basada en eso. Pero eso está contrarrestado por una capacidad de hiperfoco: cuando encuentras algo que te gusta puedes pasar tres días sin comer aprendiendo algo. Yo tengo este resorte. Eso no quiere decir que toque muy bien, pero sí que cuando quiero aprender algo sola lo hago de forma superintensiva y soy capaz de hacerlo. Luego, normalmente, me deja de interesar y empiezo a aprender otra cosa. O sea, sé empezar muchas cosas con pasión, entonces tengo nociones distintas de muchas cosas. 

Cuando nadie te ha enseñado los esquemas formales no tienes ningún problema en violarlos y eso puede ser una ventaja en el momento de la creatividad

¿Has echado en falta alguna vez tener una educación musical más formal?
Claro que lo he echado en falta y en cierto modo estoy acomplejada por no tenerla. Lo que pasa es que no tenerla también tiene una contrapartida positiva: cuando nadie te ha enseñado los esquemas formales no tienes ningún problema en violarlos y eso puede ser una ventaja en el momento de la creatividad. Aun así, yo pienso que hay que estudiar. También es verdad que si hubiera dicho en mi casa que quería aprender música, no me habrían apoyado. 

¿Qué se esperaba de ti?
En la educación que yo recibí, mi padre pensaba que yo iba a hacer ADE, a empezar a trabajar en una empresa y que me iba a casar con el jefe y a tener cinco hijos, probablemente. 

Entonces empiezas una carrera musical en un contexto familiar donde no hay músicos, no hay artistas y no tienes apoyo…
Mi familia, por el lado de mi padre, es una familia aristocrática danesa en la que son ingenieros, hablan varios idiomas y las mujeres son teólogas. Mi padre era ingeniero, tenía tres carreras y hablaba no sé cuántos idiomas. Y en la familia de mi madre había tres hermanas y eran las tres artesanas. 

Cuando empiezas tu carrera tienes varios éxitos. Lo fácil habría sido seguir la corriente pero tú decides dar un paso... no atrás sino hacia otro lado. ¿Por qué tenías tan claro que no era ese tu camino?
A los 15 años hay algo que se forma en tu personalidad, si a esa edad ves algo con lo que claramente te sientes identificada, eso vive contigo toda la vida, y yo en ese momento era punk. Para mí, esa forma de pensar y de vivir estaba ya. En el momento de Álex y Christina, yo ya había ido todos los fines de semana al Rockola a ver los conciertos que había ahí sin conocer la banda. Mi idea de lo que era la música pop era muy distinta a lo que estaba viviendo. Si no hubiera sabido que existía lo otro, a lo mejor me hubiera parecido bien eso, pero tenía un problema porque yo no me había dedicado a la música para hacer eso. No tenía ese objetivo. Tal y como funcionaba Álex y Christina —que por otro lado es lo que ocurre cuando una compañía mainstream coge una banda de gente muy joven— lo que pasaba es que intentaban moldearlo para que se convirtiera en un producto, en algo que se iba a vender al por mayor. Y yo ya tenía en ese momento suficiente entidad artística como para no querer eso. 

A partir de ahí has hecho muchos discos muy diferentes. En algún momento has expresado que la crítica no te entiende, se interpreta que das bandazos y que no hay una coherencia en tu carrera.
Hay muchos artistas como yo, sin ir más lejos David Bowie ha hecho una carrera en la que cada tanto tiempo daba carpetazo y se inventaba otra cosa completamente distinta. Ha habido mucha gente que ha hecho esto, pero quizá en España no, y mujer tampoco. Entonces, a lo mejor por eso, por no poder encajar en ningún molde de los preexistentes, la crítica o el establishment, no el de la industria musical sino el de la crítica, desconfiaba. No se lo acababan de creer porque no tenían referentes. Y también porque había una carga muy grande de prejuicio y misoginia. 

¿Eras sospechosa?
Ellos veían una especie de, decían, falta de autenticidad, yo te diría que lo que querían decir es falta de legitimidad. Y creo que todo eso estaba muy contagiado por prejuicios y por misoginia. 

Cuando vuelves a España de Nueva York, sientes que en el panorama indie los tíos te tratan como si estuvierais un patio de colegio por ser mujer. ¿Eso no te pasaba en Estados Unidos?
No. En el local de ensayo las cosas van muy rápido y el que trae una canción, el que aporta un arreglo, el que va resolviendo sobre la marcha, el que tiene ideas sin parar y encima tiene iniciativa y trae conciertos, ese es el jefe sea hombre, mujer o caracol. Yo en el local de ensayo siempre desbordaba con ideas y con propuestas, aportaba algo muy valioso al equipo y nadie nunca me ponía en duda. De hecho, lo que se creaba en el local de ensayo me servía de refuerzo para pelear por lo mío, porque venía también legitimada por los hombres que estaban a mi lado, que eran todo tíos aunque en mi primera banda había una chica. A mí me chocaba que fuera del local de repente se pusiera en duda que esto lo estaba haciendo yo. El primer momento en el que yo en el local de ensayo no soy jefa total, porque no es mi proyecto, es en el experimento con Nacho [Vegas]. Cuando hice Verano fatal, que era con la banda de Nacho, donde estaba Nacho también y que era con la promotora de Nacho, de repente descubrí eso. Se notaba que no estaban nada habituados a tocar con mujeres y no eran capaces de dejar de verte como una mujer y me hacía mucha gracia porque me daba la sensación de haber vuelto atrás, no al instituto, porque en mi instituto eran superadelantados. Mi experiencia más clara de discriminación sexual ha sido la de Verano fatal

Te leo un extracto del discurso de aceptación del Nobel de la escritora francesa Annie Ernaux: “Hay hombres en el mundo, incluso en los círculos intelectuales occidentales, para quienes los libros escritos por mujeres simplemente no existen, nunca los citan”. ¿Esto es aplicable a la música?
Cien por cien. 

¿Hay una barrera si eres mujer?
Es que si tú le preguntas a una banda masculina sus influencias... ¿Cuándo fue el año en que el feminismo hizo ¡PAC!? 

¿2018?
No sé si fue en 2018… El caso es que si le preguntas a alguien de antes de 2015, no va a nombrar prácticamente mujeres como influencia. Las mujeres no estábamos en el canon. Alguna sí, porque hay esta teoría de Ricky Lee Jones que decía que en la mesa de los chicos solamente hay sitio para una mujer y ya estaba Joni Mitchell. En la mesa están los doce apóstoles y María Magdalena. O todos los poetas y Safo. Hay sitio para una, siempre una excepción. Para generaciones de hombres ha sido muy, muy difícil reconocer a las mujeres como maestras, como influencia. 

Lo difícil en esto no es conseguir un cartel que sea 50% femenino, sino que el 50% femenino cobre lo mismo que el masculino

¿Eso se ha roto con la con la irrupción masiva del feminismo?
Aprecio y existe una voluntad por cambiar las cosas, aunque toda la estructura de poder sigue siendo mayoritariamente masculina. Ha habido un nacimiento o una ampliación de la perspectiva feminista en ellos y hacen el esfuerzo muy consciente de incluir mujeres al hacer un festival o al hacer una mesa redonda. Eso lo aprecio e incluso en algunos festivales como el Primavera Sound se intenta la paridad del 50% en el cartel. Lo difícil en esto no es conseguir un cartel que sea 50% femenino, sino que el 50% femenino cobre lo mismo que el masculino. Porque ha habido festivales también que han intentado conseguir la paridad a base de montar mesas redondas... 

¿Con mesas de tías a granel?
A mí me ha ocurrido que un festival me ha llamado para hacer una conferencia sobre la mujer en la música, pero no para tocar, y tienes que decir: “¿Quieres que vaya a hablar de por qué no hay mujeres, pero no me estás invitando a tocar en el escenario principal?”. 

¿Fuiste?
No.

Cristina Rosenvinge - 2

Tus letras tienen una lectura feminista desde tu primer disco, Que me parta un rayo.
¡Incluso antes! Con Álex y Christina ya hicimos “Souvenir”, que es una canción antimatrimonio. El hecho es que era un grupo que encantaba a los niños y esa es una canción en la que yo estaba diciendo: “Mira esta historia, no te cases porque te van a meter en casa”. La historia era de una mujer que ponía una bomba en la casa y huía. ¡Hicimos un videoclip y todo!

¿Te reconocías en la palabra “feminista”?
Sí, yo me reconocía en la palabra feminista, porque yo ya había tenido en el instituto profesoras feministas y había estado en contacto con la generación que luchó la batalla contra el franquismo, y ya tenía esos ejemplos. Había leído El segundo sexo porque me había llegado por la madre de un novio. Hay entrevistas de esa época, del año 92, en las que yo ya decía que era feminista, y me decían: “¿Odias a los hombres?”. Y era como: “Noooooo, no odio a los hombres... quiero la igualdaaaad... Zzzzz” [risas]. Si yo no hubiera tenido el armazón ideológico, no sé si hubiera tenido el coraje de luchar contra la industria de esa manera. 

¿Te había llegado por tus profesoras?
Sí, y también de forma directa de mis propias hermanas. Yo fui al Ciudad de los Poetas, en el barrio de Saconia, que se abrió cuando yo empecé a ir, y era un instituto superavanzado para esa época y en un barrio muy activista. Antes de eso había ido a un colegio pijo, y me habían echado por... [baja la voz] fumar porros.

Es cuando menos contradictorio que haya gente que no compre en Amazon, pero sí colabore activamente con el narcotráfico, que es el capitalismo 2.0

Tiene gracia porque en Debut se ve una actitud muy crítica con las drogas, y con la relación entre músicos y drogas.
Yo tengo una actitud muy crítica con eso. Me parece que es cuando menos contradictorio que haya gente que no compre en Amazon, pero sí colabore activamente con el narcotráfico, que es el capitalismo 2.0. No hay comercio justo con la droga: si estás comprando droga, sabes con lo que estás colaborando.

En Debut hay algunos momentos donde hablas de lo que supone ser artista y ser madre. Una de las mejores imágenes es la de cómo tienes que comprar un jarabe para la tos y una liendrera antes de ir a un concierto.
No me acuerdo, ¡dónde está eso!

Además de ir a tocar teniendo piojos, ¿qué supuso seguir produciendo discos en los primeros años de crianza de tus hijos?
Durante muchos años fue complicado. Cuando decías al principio lo de la abundancia… pues ni mucho menos. Ha sido un camino de perseverancia y muy accidentado, en el que a pesar de eso he conseguido hacer algunas cosas. Tener un hijo es hacer lo que sea con la mano derecha atada a la espalda y con lo que te sobra de tiempo y de energía llevar tu carrera. 

Tenacidad y accidente.
También es que la única forma para mí de no volverme loca es conseguir darle forma a una canción. El momento de hacer una canción es el único momento en el que no me siento perdida, el único momento en el que tengo la sensación de tener el control, de poder hacer algo desde el principio hasta el final yo sola. Es increíblemente curativo. La manera en que consigo engarzar las cuentas de mi vida y dar un cierto sentido a todo es cuando lo voy cosiendo en forma de canciones. No sé en qué más cosas puedes tener esta sensación. Si tú cultivas tu tierra y llegas hasta el día de la recolección y lo has hecho todo tú, debes de tener la misma sensación de plenitud. No sé en cuántas profesiones se puede tener esa sensación, pero la música es una de ellas. Por eso es un oficio, algo que te da de comer, pero sobre todo es algo que justifica tu existencia.

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