Lula en plena campaña electoral. Foto: mediareduy
Lula en plena campaña electoral. Foto: mediareduy

Brasil
La remontada de Bolsonaro obliga a una segunda vuelta y compromete la reelección de Lula

Con una diferencia de apenas cuatro puntos y con unos resultados inesperados en el Congreso y otros puestos clave, algo parece claro después de la jornada de este domingo: independientemente de lo que ocurra en la segunda vuelta, la pesadilla del bolsonarismo no ha acabado

@cevaldiez

São Paulo
3 oct 2022 12:32

Los resultados de las elecciones de este 2 de octubre sorprendieron, no tanto por los números de Lula sino, y sobre todo, por los de Bolsonaro. Las encuestas daban una diferencia de 14 puntos a favor de Lula y eso se redujo a 5. Lula obtuvo un 48,43% y Bolsonaro un 43,2%, con un nivel de abstención cercano al 20%. A esta hora, unos y otros intentan entender las razones de una votación en la que prima la sorpresa. Se habla de un voto vergüenza que las encuestas no llegan a leer porque los encuestados no son capaces de admitir, pero también de una profundización, y penetración, del discurso de Bolsonaro que se subestimó.

Lula, por su parte, dio un discurso al conocerse los resultados definitivos y señaló que, aunque le hubiese gustado ganar en primera vuelta, nunca había ganado unos comicios de esa forma y, además, le gusta hacer campaña. No fue un discurso a la altura de los que venía dando, pero atestiguó el golpe. El próximo 30 de octubre es la fecha del ballotage. Todos los análisis que se hagan en este momento son apresurados y conllevan riesgo, pero al equipo de campaña de Lula le toca barajar y dar de nuevo.

El día de la votación

Por la mañana, poco tiempo después de que abrieran las urnas, Lula votó en Bernando do Campo, a 20 kilómetros de São Paulo, donde inició su carrera como sindicalista, y siguió la jornada desde un hotel del centro de la ciudad más grande del país. Bolsonaro votó en la Zona Militar de Rio de Janeiro, su reducto electoral, y luego viajó a Brasilia para seguir el recuento de votos.

Los días previos a la votación transcurrieron sin grandes novedades. Cada uno de los candidatos llevó adelante sus manuales de campaña y los medios dedicaron parte de su programación a explicar, una y otra vez, el funcionamiento de las urnas electrónicas y lo que estaba permitido hacer, y lo que no, el día de las elecciones. El dato más llamativo, quizás, se dio cuando el mismo presidente del Tribunal Superior Electoral, Alexandre de Moraes, advirtió, en cadena nacional, que estaba prohibido portar armas a 100 metros de los lugares de votación. Llamativo y no tanto en un país que se viene armando hasta los dientes.

Bolsonaro tiene razones de sobra para celebrar esta elección. Aunque Lula pueda ganar en una segunda vuelta, se enfrentará a un escenario muy difícil para gobernar

De los 217 millones de habitantes, 156 estaban llamados ayer a las urnas. Las elecciones se vivieron con mucha expectativa no solo en Brasil sino en el mundo y, sobre todo, en la región. Brasil, por su tamaño, arrastra las economías de gran parte de América Latina. Durante la gestión de Bolsonaro el país volvió a entrar al mapa del hambre de la FAO, la política medioambiental se ha visto seriamente perjudicada y se ha transformado en un paria internacional. Paradójicamente, se trata del mismo país donde 35 millones de personas superaron la pobreza para ingresar a la nueva clase media durante los gobiernos del PT, y que llegó a ser la sexta economía mundial en 2015 luego de los dos gobiernos de Lula. Según un informe de la la FAO, 61,3 millones de brasileños, una tercera parte de la población del país, tienen algún tipo de inseguridad alimentaria, es decir, no saben cuándo podrán comer.  

Aún así, al menos siete exministros de Bolsonaro fueron elegidos para el Congreso, algunos altamente cuestionados como el General Pazuello, exministro de Salud, que recibió críticas por su gestión de la pandemia y el retraso en la compra de vacunas; Ricardo Salles, exministro de Medioambiente, que supervisó la deforestación de la Amazonia; o Sergio Moro, que fue ministro de Justicia de Bolsonaro después de encabezar la operación Lava Jato y condenar a Lula. De 16 exministros de Bolsonaro, diez fueron electos para el Congreso. En São Paulo, principal Estado de la región sudeste, distrito de mayor peso electoral de Brasil con el 22% de todos los votantes, el presidente brasileño consiguió el 47,71% frente al 40,89% de Lula.

Por su parte, Fernando Haddad, el candidato del PT, consiguió 35,70% frente al aliado de Bolsonaro, Tarcísio Gomes de Freitas con el 42,32%. Como sea, Bolsonaro no solo se hizo fuerte en cantidad de diputados y senadores, sino también con gobernadores, es decir, tiene razones de sobra para celebrar esta elección. Aunque Lula pueda derrotar a Bolsonaro en una segunda vuelta, se enfrentará a un escenario muy difícil para gobernar. “Nos encandilamos con las encuestas y no vimos lo que estaba pasando a nuestro alrededor”, sostiene Gonzalo Berrón, doctor en Ciencia Política de la Universidad de São Paulo. “Acá hay una cuestión más cultural, e ideológica, potenciada por una maquinaria fenomenal. Pusieron millones para hacer campaña con el presupuesto secreto que eran unos 30 mil millones de dólares”. La política de derecha, tal y como se la conoció antes de Bolsonaro, no existe. Muchos comparan la extrema derecha brasileña con el fascismo italiano. Una fuerza compuesta por milicias, policías y grupos evangélicos, y pequeños y medianos propietarios, con una fuerte capacidad de movilización. “Por primera vez en Brasil, hay una derecha activa y movilizada”, agrega Berrón. “Diría que incluso más movilizada que los sectores de izquierda y el PT. Además, es gente que está fuera de control y bancada por un loco mayor como Bolsonaro”. 

En São Paulo, principal Estado de la región sudeste, distrito de mayor peso electoral de Brasil con el 22% de todos los votantes, el presidente brasileño consiguió el 47,71% frente al 40,89% de Lula

Graciela Rodriguez, eco-feminista y Directora del Instituto Equit coincide: “No se si me sorprenden tanto los resultados, acá hay un proceso de derechización muy profundo: los evangélicos, las milicias, el lavado de dinero. Hay todo un tema realmente preocupante que son las economías de las ilegalidades, que la izquierda no está queriendo ver. Esa derechización se ve en lo económico, en la vida cotidiana, pero también ha instalado una guerra ideológica, los pentecostales han hecho un trabajo brutal. Me ponen triste los resultados, pero creo que hay que trabajar mucho más”.

Otro ingrediente fundamental de esta elección fue el gran índice de abstenciones (20%). Algunos sostienen que una gran masa de estos votantes de barrios populares, que suelen ser más afines a Lula, no concurren a las urnas por falta de medios. “Hubo una iniciativa para que el transporte público fuera gratis, pero Bolsonaro se negó”, advierte Rodriguez,. “En algunas ciudades pudieron mantenerlo pero en otras no. Pero de todas formas, aun donde se mantuvo gratis, la frecuencia fue mucho menor”.  

Por lo demás, un tema del que prácticamente no se habla es el grado de desmantelamiento del aparato del Estado, y la construcción de un Estado neoliberal y de seguridad con un fuerte rol de las fuerzas armadas. “En Argentina, a los militares no se los deja asomar la cabeza”, sostiene Rodriguez. “Aquí el discurso de las fuerzas armadas no es que está intacto pero no hay un entendimiento general del peso que tienen. Brasil es orden y progreso —el lema que lleva en su bandera—. A todo esto hay que añadir otro ingrediente, que hay un orden autoritario, jerárquico y esclavista histórico, que se arrastra, y que con Bolsonaro dio rienda suelta. Él se encargó de reforzar un discurso patriarcal y racista, y eso fue creando todo un clima ideológico”.

“Nos encandilamos con las encuestas y no vimos lo que estaba pasando a nuestro alrededor”, sostiene Gonzalo Berrón, doctor en Ciencia Política de la Universidad de São Paulo

La mayoría coincide con que el voto vergüenza fue el gran protagonista de la jornada electoral de ayer. Un poco porque permite entender el comportamiento de los datos, y lo que (no) reflejaron las encuestas, y otro poco porque permite entender un comportamiento social en unas condiciones económicas y sociales por demás complejas. Por otro lado, el peligro para Lula de una segunda vuelta es que lo deja en una posición más débil para negociar con una elite económica que lo venía marcando de cerca y que ahora tendrá el terreno más abonado para poner condiciones.  

Si bien la campaña que llevó a Lula a vencer en esta primera vuelta —aunque no alcanzó el 50% necesario—, no abundó en la discusión de su programa político, es innegable la capacidad de Lula de establecer alianzas, estrategias y negociaciones varias. Algo que se encargó de reafirmar en el discurso que dio cuando se conocieron los resultados, refiriéndose a la necesidad de trabajar en nuevas alianzas. Concretamente se trataría de una alianza con Simone Tebet, que quedó en tercer lugar, con el 4,1%. “Tebet ya dijo que se va a tomar 48 horas para decidir, pero son pocos votos, no cambian nada”, opina Rodriguez. “Yo soy pesimista para una segunda vuelta”, añade. Bolsonaro también habló, y se lo vio bastante medido y cauto, dos características que casi nunca van de la mano con su nombre. Pero el desconcierto es grande, y desde anoche los tiene a todos recalculando.

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