Movimientos sociales
La Generación Z lidera el movimiento climático

Con el ascenso de organizaciones como Zero Hour (Hora Cero) o Fridays For Future (Los Viernes para el Futuro) de Greta Thunberg, el movimiento climático juvenil no ha hecho más que empezar.

Acción en la sede de la COP25 - 1
Acción en Madrid durante la celebración de la COP25. David F. Sabadell
Traducido por Carla Gimeno López.
29 feb 2020 05:38

Durante la primera década y media de su vida, Jamie Margolin fue como cualquier otro estadounidense. Adolescente viviendo en las afueras. Ella fue al colegio, hizo amigos y empezó a interesarse en el deporte. Sin embargo, todo este tiempo, detrás de la apariencia, le acechaba el miedo a una catástrofe climática inminente, la misma que ella se sentía incapaz de detener. Durante un tiempo, Margolin fue capaz de mantener a raya este miedo.

Desde luego, centrarse en sus estudios y en el deporte le ayudó. Entonces llegó la noche de las elecciones de 2016, momento en el que la coraza que había construido alrededor suyo comenzó a derrumbarse. A los 14 años, la experiencia política de Margolin estaba limitada a hacer llamadas telefónicas para la campaña de Clinton. Pero, en lugar de ceder a su exasperación sobre el resultado electoral, decidió que era el momento de abordar de frente el problema que tan asustada la tenía: el cambio climático.

Pronto Margolin se encontró haciendo voluntariado en Plant for the Planet, un grupo de defensa climática formado básicamente por jóvenes. Con este viajó al capitolio del estado en Olimpia, para hacer presión por una ley climática. Testificó en las audiencias, intervino en manifestaciones y organizó concentraciones. Aún así, ella soñaba con llevar a cabo acciones todavía más poderosas.

“El mensaje de Zero Hour trata la importancia de un futuro habitable, pero también de las personas que son afectadas por el desarrollo actual de los combustibles fósiles”, defiende Andrea Manning

Las cosas llegaron a un punto crítico en 2017, a medida que se desarrollaron fenómenos meteorológicos extremos donde vivía y en todo el mundo. Ese mismo verano, por primera vez en su vida, vio cómo el cielo de Seattle palidecía a causa del humo de los incendios forestales cercanos.

“Vi el humo, luego vi cómo el huracán María golpeó Puerto Rico”, dice Margolin. “Decidí que necesitaba llevar mi activismo a otro nivel”.

Escribió un post en Instagram que incluía el siguiente mensaje: “Si hacemos la Marcha Juvenil en Washington, donde jóvenes inundan las calles para pedir soluciones climáticas, podemos cambiar el juego en la crisis climática”.

Las respuestas provenían tanto de amigos como de estudiantes de todo el país. Trabajando por email y redes sociales, lanzaron una nueva organización dirigida por jóvenes llamada Zero Hour. Tal vez por primera vez, Margolin comenzó a sentir que podría tener el tipo de impacto en el mundo con el que había soñado.

Inspirando un movimiento

Al igual que Margolin, Andrea Manning creció escuchando sobre el cambio climático. Sin embargo, durante años pensó que el problema parecía estar lejos. Cuando el asunto surgió en la escuela, el foco siempre estaba en los osos y casquetes polares. Como estudiante de secundaria afroamericana que vivía cerca de Atlanta (Georgia) estos problemas estaban lejos de la realidad vivida por Manning.

Luego, durante el último año de secundaria en 2018, una amiga le pidió ayuda a Manning para organizar una marcha como parte del primer gran de de acción de Zero Hour. Si se hubiese tratado de los osos polares, probablemente hubiese ignorado la invitación. Pero cuando se dio cuenta de que la organización hacía hincapié en la población marginada, se sintió intrigada.
“Vi cómo el cambio climático afecta a comunidades reales y a la justicia racial”, dice Manning. “El mensaje de Zero Hour trata la importancia de un futuro habitable, pero también de las personas que son afectadas en primera línea por el desarrollo actual de los combustibles fósiles”.

Manning comenzó a formar parte de la red de adolescentes de Zero Hour coordinada de forma remota, donde se convirtió en una organizadora. El primer proyecto del equipo fue una jornada de acción a nivel nacional ese mismo verano el 21 de julio de 2018, que incluyó una marcha en Washington DC y acciones por satélite en todo el país. Manning y sus amigos organizaron una manifestación en Atlanta que atrajo a 40 personas. Por pequeña que haya sido esta primera acción local, el fenómeno de los estudiantes que protestaban por el cambio climático despertó el interés de la comunidad y obtuvo el alcance de los medios de comunicación como el Georgia State Signal.

Mientras tanto, los jóvenes de todo el mundo se inspiraron en Zero Hour, concretamente de Greta Thunberg, quien entonces tenía 15 años y era estudiante de secundaria en Suecia. Un mes después empezó su campaña de huelga escolar de Fridays For Future para protestar cada semana frente al Parlamento sueco. La huelga se extendió por Europa y por todo el mundo, convirtiéndose así en una parte clave de la oleada actual de activismo climático juvenil.

La paciencia es compensada

Debido a que gran parte del movimiento climático juvenil está organizado a través de internet, eventos como los que se hacen en Seattle, Estocolmo o en casi cualquier lugar pueden generar un efecto dominó casi instantáneo por todo el mundo. Habiendo sido inspirada por Zero Hour, Thunberg también sirvió de inspiración para muchos activistas climáticos jóvenes incluyendo, por casualidad, los de la ciudad en la que Zero Hour surgió.

El 14 de diciembre de 2018, Ian Price, un niño de 12 años, se convirtió en el primer estudiante en iniciar una huelga escolar en los Estados Unidos. Price había visto los discursos de Greta Thunberg en YouTube y decidió iniciar una huelga por su cuenta frente al Ayuntamiento de Seattle. “Estoy aquí porque los que toman decisiones y tienen el poder de hacer cambios reales, como los que están en este edificio, necesitan actuar”, dice Price.

mani cop 9 Greta Thunberg madrid
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"¡Ángel!" fue una de las interpelaciones que se llegaron a escuchar al paso de Thunberg durante la manifestación. Byron Maher

Por coincidencia, el mismo viernes que Price inició su huelga, Alexandria Villaseñor, con 14 años, inició también una por su cuenta frente a la sede de la ONU. Durante los siguientes meses surgieron otros movimientos de huelga por todo el país. En muchos casos, activistas como Price y Villaseñor se mantuvieron haciendo vigilias solitariamente hasta que alguien más se uniese. Pero, finalmente, su espera se vio recompensada.

Zoe Schurman, una joven de 14 años, quien también estaba motivada por Thunberg, empezó a participar en las huelgas de Seattle un par de meses después de que Price las lanzara. Había estado preocupada sobre el cambio climático durante muchos años, pero no sabía cómo los jóvenes como ella podían generar un impacto en ello.

“Fue inspirador ver a jóvenes de mi edad causar sensación”, dice Schurman. “Si las generaciones más mayores no van a ser responsables, entonces, en tiempos de crisis, los jóvenes deben dar un paso adelante y ser adultos”.

Ahora, alrededor de 30-50 estudiantes y seguidores participan cada viernes en la huelga de Seattle. Como en muchas otras ciudades, un pequeño grupo se manifiesta cada semana y, en algunos días de movilización masiva, aumenta considerablemente. Uno de esos días fue el 20 de septiembre, el inicio de una semana de movilización, en el que más de siete millones de personas de todo el mundo participaron en una huelga climática global, que fue programada para coincidir con una cumbre especial de la ONU sobre el clima en Nueva York.

Como un estudiante universitario blanco, Ethan Wright reconoce libremente que llegó al activismo desde una posición privilegiada, a diferencia de la mayoría de los líderes de Zero Hour

En Seattle, 10.000 personas se unieron la marcha con los huelguistas como Price y Schurman. Mientras tanto, en Atlanta (un entorno organizativo más desafiante debido a la política más conservadora) una huelga, organizada entre otros por Manning, atrajo a casi 400 participantes, 10 veces más que en el primer movimiento de Zero Hour.

Si bien el tamaño de la multitud varió dependiendo de qué ciudad se tratase, la huelga climática global abarcó más de 5.000 eventos por 163 países. Esto supuso que el movimiento, que comenzó con unos pocos adolescentes, acababa de inducir la manifestación más grande del planeta a favor de la movilización climática.

La vida como un organizador joven

El director promocional de Zero Hour, Ethan Wright, fue una de las 10.000 personas que se reunieron ante el capitolio de EEUU, en Washington D.C. ese día de septiembre. “Estábamos cantando tan fuerte que podía escuchar como resonaban nuestras palabras por todo el capitolio de Estados Unidos”, dice. "Los cargos electos salieron al balcón para ver qué era lo que pasaba”.
Apenas cuando acabó la manifestación, Wright, un protagonista clave en la movilización de D.C., se encaminó hacia su próxima responsabilidad activista, subiéndose a un tren con destino Nueva York junto a su compañera organizadora de Zero Hour, Nadia Nazar. Durante el fin de semana, junto a Margolin y otros jóvenes, todos ellos participaron en una cumbre especial de jóvenes antes del evento de la ONU que empezaba el lunes. El domingo por la tarde Wright tomó un vuelo de vuelta a DC, justo a tiempo para otra semana de clase en la Universidad George Mason, donde es estudiante de primer año.

“Esto es ser un organizador”, dice Wright riendo. “Hacemos todo este activismo, pero, por otra parte, estoy como... tengo que irme a casa a hacer los deberes de castellano”.

Como un estudiante universitario blanco, Wright reconoce libremente que llegó al activismo desde una posición privilegiada, a diferencia de la mayoría de los líderes de Zero Hour. También ve la necesidad de que los que tienen menos privilegios lideren el camino. “Me encanta que Zero Hour esté basado en una gran diversidad de mujeres de color, y que la organización esté tan centrada principalmente en la juventud y en las personas indígenas. Se trata de hacer un cambio tangible y real, así como ensalzar a las personas adecuadas”.

Esta mezcla de justicia climática y preocupación por los derechos humanos ha motivado a muchos jóvenes activistas. Recientemente, incluso ha llevado a algunos de ellos a correr el riesgo de ser arrestados.

Cabecera manifestación por el clima
Cabecera de la manifestación por el clima en el contexto de la COP25. David F. Sabadell

Forzando los límites

Horas antes del amanecer del 5 de noviembre, una joven de 19 años, Lydia Stolt, se encadenó a una escalera de un muelle en el puerto de Vancouver en el río Columbia. Su objetivo era impedir que atracara un buque con destino Canadá que transportaba partes de oleoductos. Junto con varios activistas de Portland Rising Tide y Mosquito Fleet, Stolt actuó en solidaridad con los grupos locales que luchan contra proyectos como el oleoducto de arenas bituminosas Trans Mountain Pipeline.

“No podía sentarme y decir que no había hecho nada”, dice Stolt. Ella comenzó a ser activista tras pasar los veranos trabajando en Alaska, donde presenció el retroceso de los glaciares y las consecuencias que sufrieron los pequeños pueblos adyacentes. A pesar de que Stolt enfatiza que no hablaba en nombre de los pueblos indígenas, afirma que, después de conocer en Alaska miembros de las tribus autóctonas, se sintió motivada a actuar. Y, de esta manera, establecer la conexión entre su lucha por sobrevivir con la de grupos indígenas que se oponen a los oleoductos de combustibles fósiles. “Estamos manteniendo una epidemia masiva de genocidio, y yo no quiero formar parte de eso”, dice.

Kiran Oommen afirma que son necesarias las acciones legales, el trabajo legislativo y la acción directa no violenta

Stolt no fue la única estudiante de llevar su activismo a otro nivel ese día. Un joven de 22, Kiran Oommen, también se encadenó a un muelle, en parte con la con la esperanza de que inspiraría a más jóvenes a actuar de manera similar. “Sinceramente, me gustaría ver más jóvenes arriesgándose a ser arrestados y traspasar los límites”, dice Oommen. “En algún momento tenemos que avanzar”.

Oommen representa un enfoque “todo lo anterior” del activismo no violento. A los 17 años, estos se unieron a otros 20 querellantes en “Juliana contra los Estados Unidos”, una demanda alegando que, no actuando contra el cambio climático, el Gobierno de EEUU ha fracasado en la protección de los derechos a la vida y la libertad de los jóvenes. Oommen, que estudia la teoría del movimiento social en la universidad, afirma que son necesarias las acciones legales, el trabajo legislativo y la acción directa no violenta. Y Oommen se siente especialmente animado por el desarrollo de la organización en el activismo climático juvenil en los últimos años.

“Cuando entré en el activismo climático en el último año de secundaria, todos los demás eran al menos cinco años mayores que yo”, dice Oommen. “No era algo en lo que la mayoría de los chicos estuvieran interesados, pero hoy en día sí. Ahora es un movimiento completamente joven”.

Este movimiento está llevando a miles de personas a las calles, mediante campañas como las huelgas climáticas y enfrentándose al desarrollo de los combustibles fósiles directamente a través de la acción. También está elevando el impulso de la acción climática a los niveles más altos del gobierno internacional.

Alcanzando los salones del poder

El 10 de diciembre, una joven de 16 años, Isabella Fallahi, intentó organizar una protesta pacífica en una mesa redonda en la que hablaba un ejecutivo de Shell Oil. Fallahi estuvo en la COP25, la última ronda de negociaciones internacionales sobre el clima. Esta viajó hasta allí desde su casa en Indianápolis, donde la contaminación de las centrales térmicas de carbón contribuyó al desarrollo de su asma, y esto fue lo que le motivó a ser una organizadora climática.

Fallahi y otros activistas jóvenes estaban planeando una protesta silenciosa y pacífica en contra de la participación de contaminadores como la empresa Shell Oil. Sin embargo, los guardias de seguridad les dijeron que esto no estaba permitido. “Básicamente nos dijeron que nos echarían de ahí si lo hacíamos”, dice.

Por respeto al proceso de la ONU, Fallahi y los demás jóvenes decidieron no hacer la protesta. Pero el incidente fue representativo de cómo los contaminadores tuvieron influencia en la COP25.

Zero Hour está formando a jóvenes embajadores para realizar presentaciones en sus comunidades acerca del Green New Deal

“No se pudo hacer nada a causa de los grandes contaminadores como Shell Oil”, dice Fallahi. “Una cosa es que participen en el evento, pero se les está invitando a mesas redondas y debates a puerta cerrada”. Ella cree que la COP25 no logró progresar significativamente en los planes para frenar las emisiones debido a este hecho.

Las cosas en la COP25 llegaron a un punto crítico el 11 de diciembre cuando centenares de activistas liderados por jóvenes indígenas ocuparon la sala de plenos principal, para exigir a los países ricos que paguen por los daños causados por el cambio climático. Una línea de guardias los obligó a salir y despojaron a muchos activistas de las insignias que les permitieron entrar a la conferencia. La organización climática internacional 350.org lo catalogó como “una medida de represión sin precedentes en las conferencias sobre el clima anuales de la ONU”.

A pesar de la decepción de la COP25, muchos jóvenes activistas surgieron con nuevas ideas sobre cómo aumentar la presión pública a los responsables políticos. Ahora Fallahi forma parte de uno de estos esfuerzos: una nueva campaña dirigida por jóvenes para prohibir el acceso de los contaminadores de la COP26 en 2020. “No queremos invitar a ningún contaminador a la COP26. Ha llegado la hora de echarlos”. Los jóvenes también presionarán a la ONU y a los responsables del gobierno nacional en el período previo a las conferencias.

Mientras tanto, Zero Hour está formando a jóvenes embajadores para realizar presentaciones en sus comunidades acerca del Green New Deal. “Estamos ayudando a las personas a comprender qué significa realmente el Green New Deal y la importancia de votar a los candidatos que lo apoyan”, dice Andrea Manning, que está trabajando en el proyecto. Otro día internacional de huelgas climáticas se acerca, concretamente el día del 50 aniversario del Día de la Tierra en abril de 2020, una nueva señal que indica que el movimiento juvenil no muestra indicios de demora. Esto no debería ser una sorpresa, ya que, según el Proyecto de Opinión Política de Harvard, el 70% de la Generación Z percibe el cambio climático como un problema, y dos tercios creen que es una “crisis que exige acción inmediata”.

“El cambio climático está conectado a todo”, dice Fallahi. Quiere concienciar a la gente de la importancia de salir a la calle, presionar y —a aquellos que son lo suficientemente mayores— votar en las elecciones de 2020. “Está relacionado con la migración masiva, la salud y cada uno de los aspectos sociales que se te puedan ocurrir. No hay otra forma de decirlo”.

waging non violence
Nick Engelfried es escritor y activista ecologista. Actualmente vive en el Pacífico Noroeste. Artículo original:  How Generation Z is leading the climate movement. Traducido para El Salto por Carla Gimeno López.
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