Islamofobia
Cómo defendernos contra el odio después de los atentados de Barcelona y Cambrils

El doble atentado de Barcelona y Cambrils ha generado hondo dolor y un repunte del miedo y las agresiones islamófobas. Varias personas vinculadas a la defensa de los derechos humanos proponen soluciones para que no crezca el odio.

Helena y Moha estaban trabajando cuando sucedió. Miquel salía de acompañar a Malaka Youth, un grupo de música, que ese día había dado un concierto en un centro penitenciario de Castellón. Tica lo vio por la tele y exclamó “¡no puede ser!”. Después de llamar a familia y amigos para asegurarse de que estaban bien, Patricia dice que sintió un vacío. María pensó que “lo que llevábamos tiempo pensando que pasaría, ha pasado”. Como personas anónimas, las reacciones de Helena, Moha, Patricia, Tica, María y Miquel se parecen a las que ha sentido toda la sociedad desde el doble atentado de Barcelona y Cambrils; como trabajadores por los derechos humanos y contra la guerra, el racismo y la exclusión, sus reflexiones sirven para marcar el camino después del dolor.

“No tinc por” (no tengo miedo) ha sido el lema que ha acompañado el duelo por las 15 víctimas. Pero ha habido miedo, y los más de 20 ataques islamófobos muestran que el odio ha seguido ganando espacio a la convivencia. Miquel Ramos, periodista y coautor del Atlas de los crímenes de odio (1991-2016), apunta que la tragedia ha mostrado la cara más tenebrosa de los seres humanos —“la islamofobia, el racismo y el odio extremo”—, pero también, recalca, ha habido espacio para “la solidaridad, la ternura y la firmeza de gran parte de la sociedad catalana contra el odio islamófobo”.

La respuesta puede ser ‘no tenemos miedo’, pero es más completo decir que no tenemos odio, dice Patricia

Patricia Fernández Vicens, activista de la Coordinadora de Barrios y de la Parroquia San Carlos Borromeo, en Madrid, apunta una clave: “La respuesta puede ser ‘no tenemos miedo’, pero es más completo decir que no tenemos odio”. El miedo, explica, “es una realidad, pero no es miedo al terrorismo, es miedo al otro. Estamos en una sociedad de la competición: no vemos al otro como un compañero de fatigas”. La activista feminista y por los derechos de la comunidad rom Patricia Caro considera que hay que “aceptar el miedo” ante un evento traumático y procesarlo en acciones “que huyan del discurso de odio, que huyan del discurso xenófobo y que vayan dirigidas al entendimiento entre las culturas, las religiones... por un fin común que es vivir en una comunidad en paz”.

Las redes sociales —y la intervención de oportunistas como Isabel San Sebastián, Hermann Tertsch o el cantante José Manuel Soto— han sido el vehículo principal de esta fiebre del odio. Pero los ataques, como ya sucedió a raíz de los atentados en Reino Unido y Francia, tardan poco en concretarse en agresiones callejeras. Para Moha Gerehou, presidente de SOS Racismo, la estigmatización y el racismo tras los ataques son motivo de preocupación: “Hemos visto cómo algunos políticos están empezando a difundir ese discurso del odio contra la población musulmana, contra la población migrante, contra la población árabe y magrebí”, señala.

Por su parte, la periodista especializada en derechos humanos Helena Maleno critica comunicaciones como la del Sindicato Unificado de la Policía y la Guardia Civil, en la que señalan la falta de coordinación con los Mossos y aluden al independentismo en su valoración de los ataques de las Ramblas y Cambrils. “No es momento de eso, no es momento de señalar al independentismo u otros procesos políticos. Es el momento de las instituciones municipales, a las que les queda una labor muy importante que hacer de aproximación en los barrios, de lucha contra el odio, de impulsar una convivencia en la que se respeten los derechos de todas las personas”.

Tras al ataque a ‘Charlie Hebdo’, en París, la respuesta por parte del Gobierno español fue lanzar un nuevo Pacto Antiterrorista. Ahora, tras lo sucedido en Barcelona, una de las preocupaciones de los defensores de derechos humanos es que se vuelva a utilizar la tragedia para limitar aún más los derechos y libertades, algo que el presidente Mariano Rajoy avanzó como una posibilidad el 25 de agosto.


“Me preocupa que ahora se promuevan modificaciones que puedan afectar a derechos jurídicos importantes, que se acaben aplicando a personas o grupos sociales que expresan su descontento social”, dice Tica Font, directora del Institut Català Internacional per la Pau. En esta misma línea, Moha Gerehou teme que la política tenga que empezar a hablar de las soluciones a este tipo de terrorismo “y cuando esta islamofobia y este racismo se instalen también en la capa institucional”.

No es un temor infundado. Una de las primeras respuestas desde los medios de comunicación vinculados a la derecha política fue cargar contra el teniente de alcalde de Barcelona, Jaume Asens, por haber ejercido la defensa de un imán que denunció haber sufrido torturas mientras estuvo bajo disposición policial y que ahora ha sido señalado como “un conocido” de las personas vinculadas al atentado de Barcelona.

Los activistas critican también el aplauso unánime a la actuación policial, pese a las sombras que hay respecto, por ejemplo, al último de los fallecidos en el tiroteo de Cambrils. “Hemos asistido a la muerte sin juicio de cinco personas en directo. ¿Estamos ahora de acuerdo con la pena de muerte o con una justicia sin derecho a un juicio justo?”, se pregunta María, trabajadora en el centro para la defensa de los derechos humanos Iridia.

Ella incide también en el modelo de seguridad que se pueda imponer a partir de ahora. “Que se crucen ciertas líneas rojas que ya no pueden deshacerse, en relación a más punitivismo y a lo que, en inglés, se le llama preventive profiling, es decir, tratar como potenciales criminales a ciertas personas por su perfil personal ya desde muy jóvenes”. María hace referencia al proyecto de prevención del yihadismo impulsado por los Mossos d’Esquadra, Proderais, que contempla la identificación de potenciales terroristas en las escuelas. “Tenemos a jóvenes musulmanes siendo controlados por la policía, ¿nos imaginamos esto si estas personas fueran blancas?”, pregunta.

Tras el atentado, lo primero que temió Tica Font fue que el Gobierno español respondiese a los ataques con la lógica de sangre por sangre

El contexto internacional. Tras el atentado, lo primero que temió Tica Font fue que el Gobierno español respondiese a los ataques con la lógica de sangre por sangre. Ya sucedió tras la masacre de Niza que conmocionó a Francia. El 19 de julio de 2016, el Gobierno de François Hollande bombardeaba la aldea de Tukhar al-Kubra, ataque en el que, según el embajador sirio en la ONU, murieron 164 civiles. “Por suerte he visto que Rajoy no lo ha planteado”, reflexiona Font.

Como en los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004, los ataques de Barcelona supusieron un amargo despertar a la realidad de las guerras que se suceden desde la invasión de Afganistán en 2002. Esa realidad que dice que ningún país, especialmente ninguna sociedad civil, está completamente a salvo. En lo que va de año, al menos 685 personas han muerto en atentados llevados a cabo o reivindicados por el Estado Islámico (ISIS o Daesh). Cinco días antes de los ataques de Barcelona, una acción suicida terminaba con la vida de 15 personas —siete de ellos civiles— en Quetta, Pakistán.

Son informaciones que se manejan desde hace tiempo en las redes sociales pero que no evitan que se propague el mensaje de ‘ellos contra nosotros’. “El Daesh se mantiene creando odio —apunta Maleno—, y mucha gente está entrando en el juego”. Como publicó La Marea, la etiqueta ‘Stop Islam’, difundida en la red social Twitter tras los atentados de Bruselas de 2016, fue lanzada por Dabiq, publicación de referencia del Estado Islámico. “Me molesta que gran parte de la opinión pública entre en el juego de que hay una guerra entre el islam y Occidente. Eso es lo que el ISIS quiere”, recuerda Maleno. 

EL ODIO EN OCCIDENTE

“Sentí mucha pena por las víctimas y todas las personas que presenciaron los actos, pero también por los propios actores que llevaron a cabo los atentados, ya que no lograba comprender el grado de frustración que tienen en su vida para plantearse que mediante un acto de este tipo podrían conseguir logro político”, apunta Font.

¿Qué lleva a unos jóvenes de entre 17 y 22 años a derramar la sangre de personas a las que ni siquiera conocen? Pero también, ¿qué ha provocado que, en los últimos años, gran parte de la población de países con una democracia consolidada, como Francia, Suecia u Holanda, haya decidido apoyar a partidos de extrema derecha sustentados en un ideario de odio hacia el otro? El discurso del Frente Nacional, de los Demócratas de Suecia, del Partido de la Libertad de Austria o de Jobbik (Hungría) tiene como tema central la amenaza para Europa que, según ellos, supone la llegada de refugiados que huyen de los mismos enemigos que atentan contra la población occidental.


“Me preocupa cuánto de fuertes son las creencias independientemente de las evidencias que haya en contra —añade Patricia Caro—. Hemos visto a personas musulmanas que se han manifestado con el lema ‘no en mi nombre’, hemos escuchado a activistas musulmanes en repulsa de estos atentados… Aun así se sigue promoviendo este discurso del enemigo público”.

Ramos destaca el ejemplo de la ciudadanía de Barcelona, que el día siguiente del atentado expulsó a un grupo de neonazis que prentendía celebrar una manifestación islamófoba. “Nos dio un poco más de esperanza después de todo”, subraya. Sin embargo, Ramos también pide autocrítica en la izquierda: “Sigue sin entender que laicismo no es desprecio a las religiones. También existe la islamofobia en parte de la izquierda, no nos equivoquemos”.

Patricia Fernández cree que es importante recordar que “nuestros valores en común son el artículo 1 de la Declaración de los Derechos Humanos, no la Feria de Abril o la Semana Santa”. Ese artículo primero que dice que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Un artículo que se ve vulnerado cuando desaparece la empatía y no se interviene ante mensajes de odio como el que el grupo neonazi Hogar Social Madrid desplegó en plena plaza de Colón, cuando cientos de personas cargan con desprecio contra toda una religión o cuando Europa cierra sus puertas a miles de familias que huyen del horror.

Frente al odio, se trata de construir una nueva cultura que puede aprender, sugiere Patricia Caro, del acervo del movimiento feminista en la búsqueda de “una paz positiva, natural, directa que sea estructural, cultural y que altere el orden patriarcal. Puesto que la guerra nace en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”, concluye esta activista.

edición impresa
Este artículo salió en el número cinco de la revista El Salto correspondiente al número de septiembre de 2017. La pieza del comienzo está elaborado por el área de Arte de la revista. Las fotos de Jordi Pizarro son de la Concentración en la Rambla de Barcelona el día después del atentado del 17 de agosto.

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