Música
Óscar Sancho (Lujuria): “La música se ha convertido en producto”

El veterano grupo de heavy metal segoviano Lujuria ha publicado '¿Cuántos somos en total?' (Desacorde), un disco-libro en torno a la figura de Víctor Jara. Conversamos con Óscar Sancho, su cantante, sobre toda la dimensión política que despliega.
Lujuria
Lujuria
31 ene 2024 08:30

¿Por qué reivindicar a Víctor Jara? ¿Cómo surgió este proyecto?
La idea empezó a madurar durante la pandemia. Pensábamos que tras ella habría que hacer algo que mereciese la pena. Muchos grupos se debatían pensando qué hacer para poder seguir haciendo música. Unos apostaban por un grandes éxitos, o por regrabar temas antiguos, o anunciar un directo con colaboraciones… A nosotros eso nos parecía muy pobre. Era salir de una situación extraordinaria (habrá generaciones que ni la vivan) pensando en uno mismo. “Ayudadme que soy músico y durante dos años no he tenido ingresos.” Y eso se lo decimos a una clase obrera que tampoco los tuvo. Lo dicho, paupérrimo. Nosotros nos comíamos la cabeza pensando que nuestra misión, como creadores, como artistas, era hacer algo para los demás.

Siempre he admirado la entereza y el compromiso de Víctor Jara. Este año se cumplen cincuenta años de su vil asesinato. Y empezaba a constatar que ya hay gente joven que no sabe quién fue Víctor Jara. Y entonces surgió el proyecto. Traer de nuevo, a la actualidad, su vida, su obra, lo que hizo el fascismo en Chile, lo que hizo en Latinoamérica, la Operación Cóndor… Y ahora se está viendo que, permíteme la inmodestia, era necesario. Mientras la juventud desinformada trata de “putodefender” España, a la juventud hay que contarle lo que hicieron, hacen y harán esos a quienes “putodefienden”.

¿Qué enseñanzas nos aporta su figura?
El disco va acompañado de un libro, por eso se llama “librinilo”, y necesitaría escribir otro en esta entrevista para responderte, pero te dejo una, la más importante: “Cuando se tiene razón ni la muerte te calla”. Ya lo comentamos en su día cuando hicimos el disco Y la yesca arderá sobre la rebelión comunera. Recuerda que somos de Castilla. La gente nos decía “Los castellanos celebráis una derrota” y nosotros contestamos orgullosos que no, que quinientos años después las ideas que han triunfado son las de los comuneros, no las de a quienes le cortaron la cabeza. ¿Por qué crees que el morado comunero está tan presente en muchas reivindicaciones de la izquierda? Pues con Víctor Jara pasa lo mismo. Sus ideas, sus luchas, son las que cincuenta años después han triunfado, se reivindican. Están más vivas que nunca mientras que de Pinochet lo único que queda es el recuerdo de un asesino y una película donde es un vampiro.

Chile
Memoria Los Diablos Rojos de Víctor Jara bailan para preservar la memoria de las víctimas de la dictadura
Los Diablos Rojos se han convertido en un ejercicio colectivo de memoria y en un símbolo de resistencia a los embates de la derecha que sigue avalando la dictadura de Pinochet.

No habéis perdido la perspectiva internacionalista en las colaboraciones del disco.
Eso jamás. Nosotros siempre decimos que frente a “los españoles de bien” estamos los ciudadanos del mundo. Pero no solo es por eso. Las colaboraciones del disco (Christian Bertoncelli desde Argentina, del grupo Renacer y Pascual Meza de Khafra desde México) son, de manera intencionada, latinoamericanos. Porque hay una ola de racismo y xenofobia creciente en nuestro estado y nosotros queremos mostrar que no todos somos así. Que nos encanta recibir con los brazos abiertos a quien venga al lugar donde hemos nacido, como nos encanta que nos reciban igual cuando vamos al lugar donde ellos han nacido. Ambos lugares, por cierto, son parte del mismo mundo.

En algunos temas detecto melodías vocales algo diferentes a las habituales en el metal. ¿Has puesto la vista en las melodías de Víctor Jara para ello?
Sí, has dado en el clavo. Este disco lo ha compuesto, íntegramente, César de Frutos. Él fue el primer batería de Lujuria: un enamorado de la música y con un talento innato que lo llevó a estudiar composición y armonía y a entrar en el Teatro Real de Madrid en los coros como tenor. La idea sobre la que trabajamos era precisamente esa: fijarnos en una canción de Víctor Jara (letra y música) y pensar “¿qué haría hoy Víctor?”. Por ejemplo, “El derecho de vivir en paz” inspiró el tema “15 rostros de mujer” porque Víctor no se hubiese callado cuando vandalizaron el mural de Ciudad Lineal. Así que sí, no solo la música, también las letras están basadas en la obra de Víctor Jara. De hecho, en algunas canciones hay frases exactas de las canciones que las inspiran. Aparecen en cursiva en el librinilo y contamos con la autorización de la familia y la Fundación Víctor Jara para ello.

Nos falta calle, mucha calle, juventud, mucha juventud, rebeldía, mucha rebeldía y apagar las pantallas para ver que no necesitamos el 90% de las cosas que ansiamos

El antifascismo organizado es cada vez más urgente. ¿Cómo va la asociación “Rock contra el fascismo”?
No solo urgente, sino necesario. La asociación, en cuanto a número de grupos, va muy bien, hoy mismo se nos ha unido desde Cádiz la banda Inestables, que es el grupo número 1.393 que lo hace.

Vamos algo más flojos en adhesiones individuales, y son las que más necesitamos. Estas adhesiones tienen una cuota anual de 5 euros. Aun así, si alguien no puede ni permitirse esos 5 euros (y te aseguro que hay casos) que nos escriba a <rockcontraelfascismo@gmail.com>, que no será un problema el dinero. Tenemos claro que no vamos a pedir ni una sola subvención y que todo saldrá de nuestras cuotas y de nuestros conciertos. Los chiringuitos son cosa de ellos y nos los quieren achacar a nosotros. No les daremos la ocasión.

El disco sale publicado como un “librinilo” (vinilo y libro). ¡Original formato! ¿Cómo han alterado la relación con la música los nuevos soportes digitales (tanto para el público como para los músicos)?
Tema complejo. La era digital ha posibilitado que la música no tenga fronteras. Eso es bueno. Pero, por otro lado, la ha despojado de su magia convirtiéndola en algo etéreo que está ahí, de fondo, mientras hacemos otras cosas. Antes, la principal faceta del ocio juvenil era la música; ahora ya no. Antes las estrellas eran los músicos; ahora lo son los futbolistas. Ahora la música no tiene su ritual, que yo recuerdo con nostalgia. Comprar un vinilo, ponerlo, sentarme a escucharlo con la hoja de las letras en la mano, levantarme a dar la vuelta al disco… Toda mi atención era para la música. Ahora ya no. Debes captar la atención en quince segundos. La música se ha convertido en producto y es cada vez menos arte. Y por eso hacemos esto, para recuperar el ritual, la magia… Veremos…

Sin embargo, me parece muy significativo que Ángelus Apátrida (tocando thrash metal, ese subgénero umbral del metal extremo) se haya colado repetidas ocasiones en la lista oficial de discos más vendidos (incluso al número uno), o que el último de Iron Maiden también entrase directamente como número uno. ¿Se ha roto un techo o es que el público metalero sigue apostando por la compra de discos?
La realidad siempre es más fea cuando nos quitamos las gafas de color rosa. El público heavy ha envejecido. No llega el relevo. Es ese público el que aún compra formato físico, y tampoco en gran cantidad. Lo que pasa es que el público más joven ya no compra ese formato y, por lo tanto, con pocas copias vendidas ya estás entre los diez primeros. Pero fíjate que el disco de oro ya se concede con 10.000 copias menos y, aun así, quien es número 1 en ventas no es disco de oro. Hoy el alcance se mira por millones de reproducciones en las plataformas digitales y ahí es donde no verás a los grupos que nombras, pero sí a los ídolos de los jóvenes que luego llegan a Madrid y llenan tres días el Wizink y a nosotros ni nos suena el nombre… Hoy día la lista de ventas de discos es tan nostálgica como el formato físico, pero ninguna de estas cosas son la verdadera medida del alcance musical.

En ese sentido, ¿por qué seguir haciendo discos completos en el actual imperio del single y del streaming?
Por lo que te he comentado, recuperar la magia, darle sentido y respeto a la música. El problema para enganchar con la juventud está en el mensaje, no en el formato. Nunca vas a enganchar a una chavala o a un chaval de 20 años si les canta un pibe de 60 unas letras muy alejadas de su realidad. Es más, si les llamas chavala o chaval ya vas mal [risas]. La clave es el mensaje, por un lado, y, por otro, que lleguen músicos de su edad y se lo cuenten de tú a tú. Si eso no pasa, esto irá desapareciendo poco a poco a medida que vamos falleciendo músicos y público.

Hace unos meses, Dani Filth (vocalista de Cradle of Filth) hizo unas durísimas críticas denunciando los paupérrimos ingresos que ofrece Spotify por las escuchas.
El músico que mejor compone es el que pasa hambre, sufre desamor, tiene problemas reales, no llega a fin de mes… Ese engancha con la peña. Ahora, un tipo que vive en un castillo quejándose de que gana poco hace un flaco favor al rock and roll.

Jamás un músico ha recibido lo que genera. Cuando se vendían discos les tangaban en los royalties y, ahora que prima lo digital, nos tangan en lo digital. ¿Por qué? Porque desde siempre el músico ha sido egoísta e insolidario. Recuerdo hace años, iluso de mí, queriendo montar un sindicato de músicos de rock… Imposible. Y mientras sigamos haciendo cada uno la guerra por nuestra cuenta y solo quejándonos cuando vienen mal dadas (¿alguien escuchó a Dani cuando le daba para un castillo?), esto va a ser eterno. Y cuando en el futuro la música se transmita por telepatía, habrá plataformas de telépatas que tangarán a los músicos, que serán incapaces de unirse telepáticamente.

La clase obrera solo tiene un arma con el que ganar al explotador: la unidad. Porque juntos siempre somos muchos más que ellos y desde siempre su objetivo ha sido enfrentarnos entre nosotros… Siguen ganando…

En la presentación del libro de memorias del tío Luis, el bajista de Obús, en la librería vallecana La Esquina del Zorro, reivindicaste su labor como letrista precisamente por su vertiente crítica y su capacidad de denuncia y de hablar de los barrios. ¿Por qué se ha abandonado esa perspectiva en las letras de las últimas décadas de bandas de metal?
Porque nos deslumbraron en los ochenta con su puto dinero. Es como cuando España invadió y conquistó (de descubrir nada, ellos ya sabían que estaban ahí) América y les quitaban el oro a cambio de espejos porque brillaban. En los ochenta nos llenaron de dinero, nos convirtieron a su religión y nos domesticaron. Y ahora, treinta años después, siguen en el rock viejos gordos millonarios que hace que no pisan la calle y los barrios treinta años y que no quieren pisarlos otros treinta. Nos han convencido de que lo importante es “tocar bien” y los jóvenes se encierran a estudiar su instrumento y desconocen la calle. Nos falta calle, mucha calle, juventud, mucha juventud, rebeldía, mucha rebeldía y apagar las pantallas para ver que no necesitamos el 90% de las cosas que ansiamos y que se pueden meter su dinero en el hueco del pecho donde deberían tener un corazón.

Llega el capitalismo feroz y lo que era un acto de rebeldía, de explosión de libertad, de cantar al unísono himnos rebeldes, lo han transformado en un “parque de atracciones del remache y la melena”

Estos últimos años se han celebrado muchísimos megafestivales de todos los estilos musicales en España. No eran pocos los que hablaban de “experiencias”, dejando la música casi a un lado. Al mismo tiempo, se va viendo esa concentración de capital en cómo cada vez menos empresas acaparan su organización. ¿Qué sentido le ves?
Pues es justo lo que estamos hablando. Verás, al principio eran torpes. Para censurar lo que no les gustaba se utilizaba la fuerza bruta, la represión. Viendo que no funcionaba, decidieron domesticarnos, se inventaron esa falacia de la “clase media” y nos dieron a probar de su veneno. Y ahora, con todos enganchados, van a quitarnos, como dice un colega mío, “hasta lo bailao”. Llega el capitalismo feroz y lo que era un acto de rebeldía, de explosión de libertad, de cantar al unísono himnos rebeldes, lo han transformado en un “parque de atracciones del remache y la melena”. Te cobran un pastón, te sueltan a esos rockeros viejos, gordos y caducos, te cobran hasta el vaso vacío, te venden la camiseta, la gorra, la cerveza del festi, el bono del año que viene y una hamburguesa de reno y un cuerno vikingo y ya te tienes que descojonar al ver a bajitos, morenos y delgaduchos (y con gafas) yendo de vikingos con una espada hinchable… Con lo que hemos sido…. Y encima, para colmo, son esos de la espada hinchable, o la falda tableada de su hermana, los que te señalan a ti y te llaman “casposo” por llevar “los colores” del metal. Nos han domesticado y encima les damos de comer. En un concurso de tontos nos echan por doping.

Lujuria fue uno de esos grupos que irrumpió con la segunda ola de grupos españoles de heavy metal, a mediados de los noventa, con el impulso del power metal europeo. ¿Ves posible una tercera ola en algún momento próximo? En ese sentido, ¿qué echas en falta en la escena metalera española?
Soñé con ella hace unos años e incluso montamos un festival llamado así, La Tercera Ola. Lo teníamos todo: grupos jóvenes, comprometidos, con calidad… Hoy día no existe un solo grupo de aquellos que tocaron con Lujuria en ese festival. Leather Heart (buenísimos), Oker (la mejor vocalista de los dos mil de este país, sin duda)… En fin…

Y todo eso por una sola razón y es lo que echo de menos: un público hermanado, unido, convencido… No digo que sumiso y apoyando todo lo que sale sin criterio, no. Pero tampoco lo que tenemos, que los hay que ya tienen la crítica hecha antes del disco o del bolo. En esta escena actual, hay demasiados ingenieros para pocos obreros y así no se hace la obra.

La música (especialmente la que contiene un germen contracultural, como el heavy y el metal en general) sigue siendo la gran olvidada de las todas las políticas públicas culturales, en especial en el ámbito de la enseñanza y su fomento. ¿Qué políticas prácticas concretas deberían incorporar las organizaciones políticas progresistas en ese sentido?
Cuidado con eso. En los ochenta, el PSOE fomentó tanto el rock que podríamos decir que lo subvencionó y acabó matándolo. Somos fieras salvajes, debemos aprender a cazar, no esperar a que nos metan la presa en la jaula. Lo que sí deben hacer es llamarnos para debatir y conocer nuestras necesidades: una manera accesible de ser legales para cobrar los putos 500 pavos de un caché, que lo único que están haciendo es que tengan que cobrar en negro porque darse de alta para esa mierda de caché es una ruina. Llamarnos para estudiar la creación de locales de ensayo municipales, salas de conciertos municipales, el IVA de los discos y de los instrumentos, la música en las televisiones y radios públicas. Hay muchas cosas que deben estudiar y mejorar, pero nunca “adoptarnos”. Somos salvajes y no queremos estar en un circo. Que nos dejen en la selva pero que eliminen el veneno que contamina nuestra selva.

En resumen, ¿cómo ha ido asimilando la cultura del sistema la radicalidad inicial del metal, que lo absorbe como una estética más?
Pues lo hemos desgranado en toda la entrevista, pero, dado que es la última pregunta quiero dejar un rayo de esperanza. El metal nació libre y salvaje y eso está en nuestros genes; y jamás, te lo aseguro, nos van a domesticar a todas y a todos. Ahora mismo, mientras estáis leyendo estas líneas, en algún local del mundo hay unos chavales volcando su rabia sobre unos instrumentos y dentro de unos años llenaran salas de conciertos. El metal está en el underground creciendo de nuevo. Y volveremos por nuestros fueros. El rock es eterno, el rock nunca muere.

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Sobre este blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
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