Michelle O'Neill
Michelle O'Neill, foto oficial.

Análisis
Michelle O'Neill o la llegada histórica del Sinn Féin al liderazgo del ejecutivo de Irlanda del Norte

La nueva ministra principal del gobierno de Irlanda del Norte, Michelle O'Neill, vicepresidenta del Sinn Féin, tiene ante sí el desafío de introducir políticas sociales que hagan frente a la grave situación económica y avanzar hacia la reunificación de Irlanda.

El sábado pasado Irlanda del Norte vio por primera vez la investidura de una jefa del gobierno republicana irlandesa, un hito histórico para un estado autonómico tradicionalmente dominado por partidos unionistas pro británicos.

La nueva ministra principal del ejecutivo, Michelle O'Neill (47), es vice-presidenta del Sinn Féin y viene de una familia con vínculos históricos con el IRA. Su padre fue miembro de la antigua organización paramilitar y su primo murió en una emboscada del SAS en 1991.

Sin embargo, al haber entrado en política después del tratado de paz del Viernes Santo de 1998, O'Neill forma parte de un relevo generacional en la dirección del Sinn Féin que no se ve manchada por el bagaje del conflicto armado de la misma manera que la vieja guardia. En particular, su perfil de mujer joven de clase trabajadora, que se había convertido en madre soltera a los 17 años, proyectaba una idea del republicanismo más transversal, una que generó un verdadero entusiasmo entre votantes normalmente poco interesados en la política durante la campaña electoral de mayo de 2022.

Ahora, tras casi dos años de bloqueo de las instituciones políticas norirlandesas por parte del partido unionista DUP, esa victoria en las urnas por fin se ha traducido en un gobierno encabezado por el Sinn Féin. La investidura de O'Neill es un paso más en el ascenso del partido republicano como la mayor fuerza política tanto en el norte como en el sur de Irlanda y refuerza aún más la sensación de que la región está alcanzando un punto de inflexión en su historia bajo las fuerzas del Brexit, el aumento del liberalismo social y la crisis del coste de la vida tras décadas de estancamiento económico.

La legislación para dividir Irlanda se negoció entre El Partido Unionista del Úlster y el gobierno británico y serviría como modelo para las particiones posteriores de Palestina y del subcontinente indio

El Estado Naranja

El día de la victoria electoral de Sinn Féin en 2022 se hizo viral un video en el que el reportero de la BBC Lewis Goodall explicaba con sorprendente franqueza la verdadera lógica detrás de la creación del estado norirlandés en 1921: “Irlanda del Norte fue literalmente diseñada, sus fronteras fueron diseñadas, para que esto no sucediera”. Se refería al triunfo del Sinn Féin y el eclipse de los partidos unionistas.

La legislación para dividir Irlanda se negoció entre El Partido Unionista del Úlster y el gobierno británico en medio de la guerra de la independencia del IRA [1919-1921] y serviría como modelo para las particiones posteriores de Palestina y del subcontinente indio. En términos estratégicos, La Ley del Gobierno de Irlanda pretendía garantizar que cuando los republicanos irlandeses se sentaran a negociar con el gobierno británico a finales de 1921 sobre la cuestión de independencia, se encontraran con un hecho consumado: el permanente control británico sobre la provincia norteña del Ulster.

Irlanda del Norte
Elecciones El Sinn Féin vence en Irlanda del Norte ante el descontento por el Brexit y plantea un referéndum en cinco años
El acceso a la vivienda —con precios disparados—, la sanidad y la educación han sido los argumentos que han marcado la campaña del Sinn Féin. Las condiciones materiales de la vida, al fin y al cabo.

En realidad, según el politólogo de La Universidad de Pensilvania Brendan O’Leary, esta ley trascendental para la trayectoria de Irlanda en el siglo XX implicaba una doble partición: no solamente la secesión de una de las cuatro provincias del país (Ulster) sino también la ruptura en dos de esta propia región para crear un territorio artificial formado sólo por seis de los ocho condados del Ulster con una mayoría claramente protestante y pro británica.

Este nuevo régimen unionista “se consolidó mediante la discriminación sistémica contra los católicos, en términos de derechos electorales, acceso al empleo, a la vivienda, a educación y a la justicia”, como analiza el escritor Pádraig Ó Meiscill en la revista Red Pepper.

De hecho sólo en 1969, bajo la presión de las movilizaciones del movimiento por los derechos civiles, el gobierno unionista se vio obligado a introducir el sufragio universal adulto. Para entonces, sin embargo, la violencia empezaba a estar fuera de control, con la incesante brutalidad policial y el posterior despliegue de tropas británicas en las calles, que se tradujo en disturbios en los barrios católicos y una escalada de los atentados del IRA.

El Auge de Sinn Féin

Los cambios demográficos a largo plazo han erosionado la mayoría de dos a uno de la que gozaba la comunidad unionista con respecto a los nacionalistas irlandeses en los años 20 del siglo pasado, existiendo ahora una paridad numérica aproximada entre ambas comunidades.

Sin embargo, mas allá de eso, las victorias electorales de Sinn Féin en 2022 (con 29% del voto) y en los comicios locales de 2023 (con 30.9%) se deben ver en términos de su capacidad para consolidar y ampliar su electorado interclasista en la comunidad nacionalista irlandesa en las décadas transcurridas desde el Acuerdo de paz del Viernes Santo, mientras que en los últimos diez años la base unionista se fragmentó.

Cuando el Sinn Féin logró su primer avance electoral a principios de la década de 1980, durante las huelgas de hambre de los presos del IRA, fue incapaz de desafiar el liderazgo del moderado SDLP dentro del bloque nacionalista irlandés, especialmente entre los votantes de clase media. Esto cambia bajo las nuevas instituciones de poder compartido (conocidas como la Asamblea de Stormont) creadas a raíz del Acuerdo de Viernes Santo y diseñadas por normas de consenso y no de gobierno de mayorías.

Sinn Féin ha revindicado las demandas de los nuevos movimientos basados en los derechos en torno al aborto y el matrimonio igualitario, así como de políticas sociales frente a la crisis del coste de la vida

Según el editor de la revista Jacobin Daniel Finn, “al igual que el Partido Nacional Escocés, el Sinn Féin tiene el raro privilegio [por su participación en el ejecutivo de Stormont] de poder presentarse simultáneamente como un partido de gobierno con una programa de políticas [posibilistas] a corto plazo y un partido de protesta con un objetivo trascendente a largo plazo”.

Su capacidad de equilibrar estos dos elementos ha sido clave particularmente después del referéndum sobre Brexit, ya que la cuestión constitucional volvió a salir a primer plano por primera vez desde el acuerdo de Viernes Santo.

Por un lado Sinn Féin ha revindicado las demandas de los nuevos movimientos basados en los derechos en torno al aborto y el matrimonio igualitario, así como de articular una serie de políticas sociales destinadas a hacer frente a la crisis del coste de la vida. Por otro lado insiste como partido republicano en que la reunificación irlandesa ya está en el horizonte y que puede servir como salida de las dilemas irresolubles alrededor de Brexit para la región.

Además su auge en el sur de Irlanda como la fuerza más votada en las elecciones de febrero de 2020 hace que este objetivo trascendental parezca aún más creíble.

La fragmentación del Unionismo

Al mismo tiempo, dentro de la comunidad unionista, el Brexit ha actuado como un catalizador que ha expuesto varias brechas sociales y generacionales crecientes que antes estaban parcialmente tapadas por el frágil dominio electoral del DUP, una fuerza ultraconservadora. En particular, el Protocolo de Irlanda del Norte fue un golpe duro para los unionistas. Al dividir los seis condados norirlandeses de Gran Bretaña a través de una frontera aduanera, reforzó una sensación de mentalidad de asedio entre muchos miembros de la comunidad protestante.

Los barrios Loyalists, de la clase trabajadora protestante, se sienten no sólo abandonadas económicamente sino cada vez más traicionadas políticamente. “La industria que les proporcionaba trabajo —y también estatus— ha desaparecido, han perdido su mayoría [electoral] en el ayuntamiento de Belfast...Pueden ver que su mundo se está estrechando”, nos explicó Stephen Baker de Ulster University.

En este contexto, el DUP se veía atrapado mientras otras fuerzas políticas subían en las encuestas a su costa, una a su flanco derecho y otra por el centro. En particular el Alliance Party, un partido liberal centrista que estaba en contra del Brexit y se posiciona supuestamente más allá de la división nacionalista-unionista, se convirtió en la tercera fuerza mas votada, particularmente por los votos del protestantes urbanos de la clase media.

Literatura
‘The Troubles’ en el Ulster: una guerra que también se lee
La aparente calma que vive el norte de Irlanda en el siglo XXI fomenta múltiples enfoques literarios, con propuestas que enriquecen las perspectivas desde las que se narra lo sucedido durante las tres décadas de enfrentamiento armado.

El boicot de las instituciones políticas por parte del DUP durante los últimos dos años, en protesta por los acuerdos del Brexit y para impedir el acceso al poder del Sinn Féin, había resultado no solo en dejar la región sin gobierno autonómico sino también en una estricta congelación del presupuesto público justo cuando la crisis del coste de la vida se disparaba. A su vez, esto condujo a una huelga masiva del sector público el mes pasado, poniendo al DUP bajo una presión aún mayor para aceptar finalmente un acuerdo sobre las reglas del Brexit con el fin de restaurar el Ejecutivo y, a cambio, liberar fondos de Londres para aumentos salariales públicos.

Pero para muchos miembros de su base tradicional, el acuerdo de la semana pasada deja al DUP con muy pocas recompensas por su dos años de resistencia, con sólo cambios cosméticos respecto a la frontera aduanera en el mar de Irlanda.

Nuevo terreno

“Los días de la partición están contados”, dijo la presidenta del Sinn Féin Mary Lou McDonald la semana pasada. Aunque el poder de conceder un referéndum sobre el futuro constitucional del territorio queda en el gobierno británico, en los términos del proceso constituyente que le acompañara y el resultado de tal plebisticio, mucho va a depender de las decisiones y hasta cierto punto de la suerte del Sinn Féin en su gobernanza de la isla en la próxima década.

Además de tener que producir una oferta social y cultural que acomode y atraiga a los unionistas moderados en el norte, su reto principal se basará en llevar a cabo reformas socialdemócratas si, como llevan señalando los sondeos desde hace años, tiene posibilidades de liderar el próximo gobierno en Dublín. Mientras sigue desmoronándose el estado de bienestar británico que se estableció en los años 40 de posguerra, la medida en que se puede conquistar nuevas garantías sociales y económicas en el sur de Irlanda, uno de los paraísos fiscales más importantes en Europa sino en el mundo, va a ser un factor clave en cualquier referéndum que se celebre sobre el futuro constitucional de Irlanda del Norte.

En el corto plazo, el gobierno en Dublín está invirtiendo cada vez más —hasta mil millones de euros entre 2023 y 2030— en infraestructura e iniciativas de creación de empleo en el norte que tienen beneficios transfronterizos. Es muy probable que estas cifras de inversión vayan a subir aún más bajo un posible gobierno liderado por Sinn Féin en el sur. Mientras tanto, la financiación provista por el gobierno británico muestra pocos signos de aumentar —con pocas garantías de que el apoyo de Londres vaya a cambiar significativamente bajo una administración del Partido Laborista Británico en los próximos años.

Pero las limitaciones de la acción de gobierno del Estado norteño son considerables y el contexto económico desafiante. Las dos décadas de administración autonómica en la región, bajo el sistema de cogobernanza creado por el Acuerdo del Viernes Santo, fueron marcadas por crisis interna y bloqueo institucional casi-permanente —cristalizando tras casi 15 años de austeridad en la que Irlanda del Norte se ha visto impactada más fuertemente en términos económicos que cualquier otra región dentro del Reino Unido.

Más allá de una creciente crisis social y un gasto regional profundamente desequilibrado dentro de la jurisdicción, el desgobierno del medio ambiente ha dejado un reto enorme para la nueva administración liderada por O’Neill

La gestión neoliberal del territorio durante este tiempo había tenido el efecto de que contase ya ante los comicios regionales de mayo 2022 con la tercera proporción más alta de millonarios dentro de las regiones del Reino Unido, a la vez que registró los niveles de privación social más elevados y los niveles de gasto público más bajos dentro de la misma jurisdicción. Adicionalmente, la parálisis de los últimos dos años ha impedido el acceso a cientos de millones de euros en fondos públicos para aliviar las listas de espera de sanidad más largas en Irlanda y Bretaña, además de la competencia de aprobar unos presupuestos adecuados para poder abordar los atrasos sanitarios. El parlamento de Irlanda del Norte lleva casi una década sin poder sacar adelante unos presupuestos propios.

Más allá de una creciente crisis social y un gasto regional profundamente desequilibrado dentro de la jurisdicción, el desgobierno del medio ambiente ha dejado un reto enorme para la nueva administración liderada por O’Neill. Los costes de abordar la crisis ecológica que se está presenciando en Lough Neagh, uno de los lagos más importantes y más contaminados en el noroeste de Europa, junto con la factura del proyecto de recuperación asociado con uno de los mayores vertederos ilegales en el continente representan áreas de gran desafío en los que la situación podría empeorar significativamente antes de mejorar.

Según McDonald, una prioridad clave para el gobierno de O’Neill será “hacer frente a la austeridad Tory y presentar también el argumento para la inversión [aumentada] aquí”. Para ella, la solución natural a estos problemas estructurales tanto en el norte como en los condados fronterizos del sur de Irlanda es la reunificación política de la isla.

Pero, subrayando las “oportunidades” de la cooperación económica —que depende, en buena medida, de la inversión extranjera directa —la misma señala una problemática importante para una formación que podría tener más dificultades en mantener sus niveles de apoyo electorales y avanzar su proyecto republicano, mientras se convierte en un partido de gobierno en ambos lados de la frontera. Si los votantes no ven las protecciones sociales y los beneficios materiales prometidos por su partido, la aspiración de un referéndum dentro de la próxima década puede quedar sin realizarse. Y una oportunidad histórica puede perderse.

Eoghan Gilmartin es periodista, su trabajo ha aparecido publicado en Jacobin Magazine, The Guardian, Tribune y Open Democracy.
Tommy Greene es periodista cuyo trabajo ha aparecido publicado en The Guardian, The Independent, Al-Jazeera y The Irish Times.
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