África
Egipto contra Etiopía, ¿la primera guerra del agua?

Disconforme con el reparto histórico de las aguas del Nilo, Etiopía reclama mayores recursos hídricos para contribuir al desarrollo de su economía frente a un Egipto que depende en buena medida del caudal del río. Un viejo conflicto que, azuzado por el cambio climático, amenaza con escalar si no se llega a un acuerdo.  

Nilo satelite
La cuenca del Nilo, vista desde el espacio. Imagen: NASA
23 sep 2020 06:00

A mediados de julio, sonaron las alarmas en las cancillerías del Cuerno de África después de que los medios etíopes anunciaran que se había iniciado el proceso para rellenar el depósito del Gran Embalse Etíope del Renacimiento (GERD, por sus siglas en inglés) en el curso del Nilo Azul, motivo de una vieja y agria disputa entre Egipto y Etiopía. Una acción unilateral de este tipo, advertían algunos expertos, podría desencadenar la primera “guerra del agua” de la historia entre Estados. Las negociaciones entre ambos países se hallan estancadas, y El Cairo siempre ha declarado que no aceptaría la puesta en marcha del proyecto sin un acuerdo previo. Horas después del estallido de la crisis, el Gobierno etíope se echó atrás, lo que abrió una oportunidad a una solución negociada al conflicto.

La disputa entre El Cairo y Adis Abeba por el agua del río Nilo se inició hace una década, con el anuncio de la edificación de la enorme presa, una de las más grandes de África y del mundo, pues ocupará una superficie de 1.800 km2 y su capacidad será de 74.000 millones de metros cúbicos. El principal uso del embalse será la generación de electricidad, un proyecto que el Gobierno etíope considera indispensable para desarrollar el país, en pleno crecimiento económico y demográfico. El GERD incluso le permitiría convertirse en un hub energético y exportar electricidad a sus vecinos. Egipto, por su parte, teme una reducción considerable del caudal del Nilo, que aporta al desértico país más del 90% de sus recursos hídricos.

Las negociaciones entre ambos países, en las que también participa Sudán, otro país afectado por el proyecto, han sido muy largas y tensas, marcadas por los portazos y desacuerdos. Por ello, El Cairo desconfía de la buena fe de Adis Abeba. “El Gobierno etíope aplica una política de hechos consumados. Parece que su intención es alargar las negociaciones y entretanto seguir construyendo la presa, y así no encontrar cortapisas en la gestión de la misma”, denuncia Nader Noureddin, profesor de Recursos Hídricos de la Universidad de El Cairo. Estas sospechas se han consolidado después de que Etiopía haya renegado del acuerdo tripartito alcanzado en febrero tras meses de negociaciones en Washington bajo la mediación de EE UU y el Banco Mundial.

La disputa entre El Cairo y Adis Abeba por el agua del río Nilo se inició hace una década, con el anuncio de la edificación de la enorme presa del Renacimiento, una de las más grandes de África y del mundo

Zerihun Abebe, miembro del equipo negociador etíope en la cuestión del embalse, rechaza categóricamente la acusación: “La negociación está fracasando por la falta de buena voluntad, egoísmo y codicia de Egipto. A diferencia de los movimientos unilaterales en el pasado de Egipto y Sudán, Etiopía se ha mostrado abierta a discutir y negociar un proyecto nacional como el GERD”. Alfonso Medinilla, investigador del think tank ECDPM, especializado en África, tampoco da credibilidad a la narrativa egipcia. “Las negociaciones han progresado mucho, y los puntos de discrepancia entre ambos países son solo unos pocos. No hay nada que indique que Etiopía no está negociando de buena fe. Creo que quieren también un acuerdo para deshacerse de las presiones de la comunidad internacional. La necesitan para desarrollarse”, opina el analista.

Las tres partes retomaron sus negociaciones a principios de junio, esta vez con Sudáfrica, que ostenta la presidencia rotatoria de la Unión Africana, como principal mediador. Una vez más, el proceso se halla estancado. Egipto está intentando intensificar la presión internacional sobre Etiopía involucrando al Consejo de Seguridad de la ONU, que ya trató el asunto en una reunión celebrada en junio, si bien no adoptó ninguna resolución. Uno de las pocos momentos de armonía entre los actores implicados fue la firma de una Declaración de Principios en 2015 que debía servir de marco para resolver el conflicto. No obstante, el documento era muy vago, y cada parte lo interpreta según sus intereses. Uno de los principales escollos ha sido la duración del proceso de rellenar el depósito del embalse, pero parece que se divisa un consenso alrededor un periodo entre cinco y siete años.

Más peliagudas son la cuestión de cuál debe ser el mecanismo de resolución de futuros conflictos en la gestión de la presa y, sobre todo, qué caudal mínimo debe recibir Egipto en caso de uno o varios años de sequía. Este último punto es crucial a causa del cambio climático. “Los estudios muestran que la desviación que describe la variabilidad interanual del flujo total del Nilo podría aumentar en un 50%, pero que eventualidades extremas como sequías e inundaciones se volverán más recurrentes”, escribe Ana Elisa Cascao en el capítulo dedicado al GERD del libro Conflictos sobre recursos naturales y el desarrollo sostenible.

Es peliaguda la cuestión de cuál debe ser el mecanismo de resolución de futuros conflictos en la gestión de la presa, y sobre todo, qué caudal mínimo debe recibir Egipto en caso de un año o diversos de sequía

“Este conflicto es muy complejo ya que no se trata únicamente del GERD, sino que tiene raíces históricas que deben conocerse para entenderlo”, asevera Medinilla. Egipto basa sus reclamaciones en acuerdos alcanzados durante la era colonial británica, y actualizados en 1959 mediante un tratado bilateral con Sudán. Según este documento, a Egipto le corresponden 55.500 millones de metros cúbicos y a Sudán 18.500. Si además le añadimos otros 10.000 que se evaporan de la gigantesca presa egipcia de Asuán, ya se alcanzan los 84.000 millones de metros cúbicos anuales de media que atesora el río. “[Históricamente], Egipto y Sudán han practicado el unilateralismo, creando hechos consumados y llevando a cabo proyectos de infraestructura hídrica sin consultar al resto de países”, lamenta Abebe.

Los otros nueve Estados de la cuenca del Nilo (Burundi, República Democrática del Congo, Etiopía, Eritrea, Kenia, Ruanda, Sudán del Sur, Uganda y Tanzania) consideran injustas estas cuotas, y seis de ellos firmaron en 2010 el llamado “Acuerdo de Entebbe”, que pretende redefinir el reparto del agua del río más largo del mundo, fruto de la confluencia, cerca de Jartum (Sudán), del Nilo Blanco y el Nilo Azul. El GERD está emplazado en el curso de este último.

Por su parte, Egipto y Sudán no quieren ni oír hablar del “Acuerdo de Entebbe”. Ahora bien, la posición de Sudán respecto al conflicto del GERD ha sido cambiante, y no se halla exenta de los vaivenes de sus relaciones políticas con sus dos vecinos. En un primer momento, cuando las relaciones con El Cairo eran tensas por algunos conflictos de delimitación de las fronteras, Jartum pareció inclinarse del lado etíope. Sudán no dispone de una gran presa en su territorio, por lo tanto, en la práctica, nunca consume la cuota de 18.500 millones de metros cúbicos que le otorga el acuerdo de 1959. Por ello, un pacto con Adis Abeba podría permitirle almacenar en el GERD el excedente de agua de su cuota. Sin embargo, los profundos cambios políticos en Sudán han reorientado su política exterior, más próxima ahora al eje regional formado por Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto. Y en las últimas reuniones ha hecho frente común con El Cairo, apoyando su decisión de recurrir a la ONU.

“Egipto no puede vivir con una reducción sustancial del agua del Nilo. Su economía y agua para el consumo depende de ello”, afirma Noureddin, que recuerda que cada egipcio dispone de una media de poco más de 500 metros cúbicos de agua al año, la mitad del umbral que establece la ONU para considerar que un país se halla en situación de “estrés hídrico”. Según el catedrático, el reparto se debe hacer en función de las necesidades y de la existencia de fuentes de agua alternativas: “Etiopía tiene nueve ríos, varios grandes lagos y lluvia abundante. En total, sus recursos hídricos alcanzan los 122.000 millones de metros cúbicos, mientras que Egipto tiene únicamente 62.000 millones, 55.500 de los cuales proceden del Nilo”. La agricultura representa actualmente un 12% del PIB y emplea a un 24% de la mano de obra en Egipto, en cuyas desérticas tierras no habría podido surgir la primera gran civilización humana sin las aguas del caudaloso río.

En Etiopía, la situación se ve bajo un prisma muy diferente. La opinión pública considera que Egipto ya cuenta con un gran embalse, el de Asuán, clave en el desarrollo del país. Ahora, es su turno. “[En Etiopía] más de 65 millones de personas viven sin acceso a la electricidad. El potencial del río es enorme. Etiopía, durante mucho tiempo fue conocida por sus crisis humanitarias y sus hambrunas. Esto tiene que cambiar. Para que Etiopía pueda sobrevivir como nación debe sacar a su gente de la pobreza abyecta, y para ello, aprovechar sus recursos hídricos”, afirma Abebe.

El PIB por cápita de Etiopía es de unos 780 dólares, cuatro veces inferior al egipcio. Para los etíopes, la construcción del GERD se ha convertido en cuestión de orgullo nacional. Ante las dificultades para amasar los 4.500 millones de euros de su coste a través de la financiación internacional a causa de su polémica naturaleza, el Gobierno etíope ha sufragado buena parte del gasto con unos bonos patrióticos adquiridos por sus propios ciudadanos.

La politización del conflicto y el hecho de que haya inflamado los sentimientos nacionalistas en ambos países es uno de los principales obstáculos para una resolución negociada

Precisamente, según algunos expertos consultados, la politización del conflicto y el hecho de que haya inflamado los sentimientos nacionalistas en ambos países es uno de los principales obstáculos para una resolución negociada. “Los egipcios y el resto del mundo saben muy bien cómo hacemos la guerra cuando la situación nos obliga”, declaró recientemente el Birhanu Jula, el vice Jefe del Estado Mayor etíope, en respuesta a los tambores de guerra que resuenan en los mentideros de El Cairo.

En los años 90, tras el colapso de la URSS, hizo fortuna entre analistas y medios de comunicación la idea de que las guerras del futuro estarían motivadas por el control de los recursos hídricos en lugar de la ideología. Sin embargo, tres décadas después, aquel augurio no se ha materializado, y la cooperación internacional es la norma en la gestión de las cuencas transnacionales. No obstante, quizás el mundo nunca ha estado tan cerca de una “guerra del agua” como ahora. De momento, el régimen egipcio todavía apuesta por la vía de la presión diplomática de sus aliados, sobre todo Washington. A principios de mes, el Departamento de Estado anunció una suspensión de las ayudas a Etiopía, que podría ascender a 100 millones de dólares, para forzar a sus dirigentes a realizar concesiones.

Los escasos intercambios comerciales entre Egipto y Etiopía dificultan la búsqueda de soluciones imaginativas, ya que no permiten ampliar la negociación para incluir mecanismos de compensación a otros niveles. Por ejemplo, con la nueva superficie de regadío obtenida, Etiopía podría suministrar a Egipto a un precio subvencionado los alimentos que dejaría de producir por una reducción de su cuota de agua del Nilo en los años de sequía, que representa la gran manzana de la discordia entre ambos.

“La única cosa que podría llevar a Egipto de nuevo a la guerra sería el agua”, afirmó el presidente Anuar Sadat en 1979, tras firmar los acuerdos de Camp David con Israel. La cuenta atrás para evitar ese escenario está llegando a su fin, y el margen de maniobra del primer ministro etíope, Abiy Ahmed, ganador del Premio Nobel de la Paz en 2019, es limitado en un año electoral. “Creo que el tiempo límite para alcanzar un acuerdo es de dos meses”, advierte Noureddin. Aunque ambos países no tienen fronteras comunes, el conflicto podría ser a través de un actor subrogado, ya sea un Estado o una milicia. Egipto podría intentar desestabilizar Etiopía, inmerso en una convulsa transición, azuzando sus tensiones territoriales con Sudán, Eritrea o, sobre todo, Somalia, país con unas relaciones históricamente difíciles con Adis Abeba.

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#86510
5/4/2021 19:55

Deberían ver la opción de la energía solar

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#70657
23/9/2020 22:56

En este analisis, me parece que falta explicar los intereses de China en el bando etiope y de USA en el bando egipcio.
Pero bastante interesante el analisis

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#70632
23/9/2020 16:31

Sería peor para los dos, se harán pobres más de lo que son, y que la industria armamentística no pare.

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#70604
23/9/2020 13:00

#Necropolítica barbarie y guerras del hambre.
Viva el Mal viva el Capital

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#70601
23/9/2020 12:50

Lo de la presa etíope es una barbaridad, bloquear el caudal del Nilo hasta llenar el mega embalse tendría consecuencias devastadoras para el medio y para la economía más básica de Egipto (es casi condenarlos al hambre). Pinta muy mal, porque evidentemente Egipto no va a permitir que su país se quede sin agua para la agricultura. Y claro, esto es consecuencia del cambio climático y el tipo de desarrollo insostenible por el que hemos apostado. No va a terminar bien este asunto me temo.

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Rafa Arro
23/9/2020 9:18

Gracias por está completa visión de todas las cartas y actores que existen en este conflicto, que esperemos no escale.

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